Ya no me siento a gusto en este mundo
Jeremy Saulnier es un director que llamó la atención del público y la crítica por su primer largometraje Blue Rain (2013). En esta película un vagabundo sale de su miserable rutina para tomar venganza por un hecho poco esclarecido que lo toma por sorpresa. Macon Blair da vida al protagonista de esta notable cinta. El actor también tuvo un rol importante en la segunda película de Saulnier, la muy recomendable Green Room (2015). La última información que se tiene del director estadounidense es que desde marzo está trabajando en su siguiente filme, una adaptación de Hold the Dark, la novela de William Giraldi. El dato llamativo es que el coguionista de la próxima obra del prometedor realizador será Blair, su actor fetiche.
¿A qué viene tanta referencia y recomendación? Todo se remite a que Blair, además de ser un buen actor, es el director de la película que ganó el máximo reconocimiento del último Festival de Sundance, el evento cinematográfico que agrupa y proyecta lo mejor del cine independiente de los Estados Unidos y otras zonas. Con su ópera prima Ya no me siento a gusto en este mundo (2017) no solo conquistó al jurado, también a los ejecutivos de Netflix quienes en febrero -un mes después de ganar en Sundance- compraron los derechos de distribución y dejaron en la cornisa a los cinéfilos que esperaban su estreno en salas comerciales. Una vez más el viaje se hizo tan corto: del festival al streaming.
Dejando de lado el nuevo sistema de distribución de películas que está marcando la tendencia en el comportamiento de los usuarios, ¿Ya no me siento a gusto en este mundo es realmente buena? De entrada, puedo decir que es una de las mejores películas que ha estrenado Netflix en lo que va del año. Macon Blair debuta con el pie derecho a partir de una propuesta que combina géneros -acción, humor, thriller y unas gotas de gore- para estructurar una trama inusual donde el azar se torna increíble y encantador. El desempeño de los actores protagonistas, Melanie Lynskey y Elijah Wood, fortalecen la propuesta y la encaminan por terrenos que oscilan entre las películas de personajes freaks de serie B y las comedias de enredos inyectadas de frenesí: cuando Blair cierra una puerta y todo parece esclarecerse, abre una sorpresiva ventana de frescura cómplice hacia el espectador.
Ya no me siento a gusto en este mundo narra la historia de Ruth (Lynskey), una enfermera de hospital geriátrico que pasa los días bebiendo cerveza, cuidando niños y lamentando su monótono destino, hasta que algo sorpresivo, aunque negativo, alterará el orden de sus costumbres. Ante la dificultad para resolver el problema que la hace sentirse invadida -y, hasta cierto punto, ultrajada- recurre a su vecino, Tony (Wood) -fanático del heavy metal, nada diestro en artes marciales y tan solitario como Ruth-, en busca de venganza.
Los dos “justicieros” apelan al sentido común para sentirse complacidos y ese termina siendo el verdadero problema de su objetivo. No se trata de delincuentes en ciernes o de poca monta, son personajes con ausencia de malicia, pero que no pararán ante nada. Blair coloca a “personas comunes” en situaciones extraordinarias a fin de compadecerlos y apoyarlos. La exquisitez del director debutante radica en dotar de posibilidades a sus personajes sin caer en la inverosimilitud. Ya no me siento a gusto en este mundo es una alternativa particular que divierte y que pone en la mira a Blair como director a la espera de su segundo trabajo.