Talentos ocultos
John H. Griffin fue un periodista estadounidense “blanco” que oscureció su piel y vivió como “negro” en el Sur Profundo para demostrar el problema racial de primera mano a mediados del siglo XX en los Estados Unidos. Esta experiencia ilustró, a través del libro Negro como yo, a muchos lectores sobre los abusos que los afroamericanos sufrían. La segregación racial alcanzaba cuotas que ahora pueden parecer exageradas pero que en aquel tiempo eran cuestiones formales y hasta estaban reglamentadas por una base jurídica.
Los afroamericanos solo podían sentarse en los asientos traseros de los transportes públicos, estaban prohibidos de ocupar los baños de los “blancos” y debían caminar varias cuadras para encontrar un silo, sus trabajos consistían en oficios de fuerza donde “lo intelectual” les estaba negado. No se confiaba en ellos para tomar decisiones, sea el rubro que fuere. El racismo era palpable, cotidiano y denigrante en extremo.
En algunas ciudades que no formaron parte de La Confederación -ese grupo de estados que perdió la Guerra de Secesión y que se oponía a la abolición de la esclavitud- la situación no era tan evidente pero igual se daba la marginación por el color de piel. Talentos ocultos está situada en este tiempo. Pero también en la misma época en que Estados Unidos competía con la URSS por la Carrera Espacial -la conquista del espacio a través de la operatividad de aparatos tripulados alrededor de la Tierra-.
La película narra la historia de tres mujeres afroamericanas -una matemática, una aspirante a ingeniera y una especialista en informática- que deberán afrontar la discriminación reinante en su centro de trabajo: la NASA. El aporte anónimo de cada una significará un paso adelante en el campo de la investigación científica de su país. Basada en un caso real, Theodore Melfi realiza un trabajo que se sustenta en el libro de Margot Lee Shetterly, apelando al humor y a algunas situaciones conmovedoras para trasladar a la audiencia un “mensaje” de corrección política algo más que evidente.
En cierta medida el filme guarda relación con el anterior trabajo y ópera prima de Melfi, St Vincent (2014). La esencia de sus dos realizaciones acerca el drama a la comedia reforzándola con un equilibrio interpretativo de repartos consolidados. En su primera película el realizador acude a Bill Murray, Melissa McCarthy y Naomi Watts. En Talentos ocultos son Taraji P Henson, Octavia Spencer (nominada a Mejor Actriz de Reparto), Janelle Monáe, Kevin Costner y Kirsten Dunst, los que sacan adelante una película trazada por los momentos históricos, que no va más allá de lo ya se conoce. Quizá si la tensión de las situaciones hubiese obligado al director a vislumbrar aristas más profundas en sus personajes, no estaríamos ante una película que solo deja el sabor de la edificación justiciera.
Pero Talentos ocultos también muestra algunas fortalezas. La transversalidad de las subtramas robustece la propuesta del filme. Si bien el hilo conductor se centra en la experiencia de la matemática Katherine Johnson (Henson), son sus dos compañeras, Dorothy Vaughan (Spencer) y Mary Jackson (Monáe), las que propician las acciones y reacciones de Johnson. El encadenamiento de estos sucesos se va acoplando con la aparición de nuevos personajes que irrumpen para develar algunos trazos más en la personalidad de las mujeres. Es decir, Melfi va dosificando las acciones para respaldar su objetivo. Sin embargo, todo funciona como un conjunto que al desunirse nos deja personajes desamparados en términos de trascendencia espiritual.
Talentos ocultos es una película de corrección política innegable que cae como anillo al dedo en tiempos turbulentos donde el racismo vuelve a sentirse en Estados Unidos con una fuerza similar a la que se vivió en la mitad del siglo XX. Sin duda, el #Oscarsowhite del año pasado le ha dado impulso para colarse entre las nominadas a Mejor Película (han quedado varios filmes superiores que ya no sorprende el listado final). Sin tanta polémica era poco probable que alcanzara una nominación. Quizá algunas de sus actuaciones valgan la pena, pero no es suficiente.