Hasta el fin
Cuando John F. Kennedy fue asesinado, demócratas y republicanos cayeron en un estado de consternación comparable al que vivió la sociedad estadounidense al enterarse que Abraham Lincoln había sido abatido en 1865. En ambos casos los magnicidios marcaron el camino de dos hombres que ocuparon cargos para los que no fueron elegidos. Al morir JFK, su vicepresidente Lyndon B. Johnson (LBJ) asumió la máxima investidura en medio de una década convulsionada por los cambios sociales, políticos, económicos y bélicos. Un fierro caliente que cualquiera no estaba preparado para manipular, a menos que tenga una muñeca hábil.
Hasta el fin es un drama histórico de corte biográfico que cuenta la vida de Johnson desde el anuncio de la muerte de JFK hasta la victoria electoral que obtuvo en 1965. Es decir, un arco temporal de casi dos años muy intensos marcados por la lucha e igualdad de los derechos civiles, la intervención de Estados Unidos en Vietnam y la Guerra Fría.
Para recrear la vida del trigésimo sexto presidente estadounidense el director Jay Roach eligió a Bryan Cranston (más conocido a nivel mundial por su actuación como Walter White en la serie Breaking Bad). Sobre este actor se hacen inaudibles las voces que puedan someter a juicio su calidad interpretativa; claro, si es que las hay. Cranston es la piedra angular de la película, tan sólida como uno de los mejores guiones escritos para un filme acerca de política. Pero sobre él retomaré más adelante.
La cinta, que fue producida exclusivamente para la televisión por HBO, no solo destaca la arista íntima del mandatario -las relaciones con su esposa y colaboradores, y sus pensamientos respecto a los líderes políticos de su tiempo-. Hasta el fin es una película sobre la política en sí. Escarba en los favores, alianzas y jugarretas que se requieren para llegar a ser un líder que comande la unión de una nación fracturada y traumatizada por su pasado. Además detalla, a ritmo de thriller, los vaivenes de las negociaciones de LBJ con los líderes afroamericanos, principalmente Martin Luther King Jr., y los más radicales políticos del sur profundo, que derivaron en la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964.
Roach no cae en medias tintas y todo el tiempo -a través de un notable ejercicio argumentativo- va equilibrando los ideales de Johnson (sobre todo la igualdad de derechos entre blancos y negros), con las acciones que adopta para alcanzarlos (presiones a senadores republicanos, discretos chantajes a sus allegados demócratas, oscuros encargos al FBI). Es decir, el fin justifica los medios. El espectador puede sentir empatía y repudio por el comportamiento de LBJ, pero saldará su apreciación con los objetivos que poco a poco irá alcanzando. Y todo se debe a la intervención de Cranston. No exagero si digo que esta es una de sus actuaciones más conmovedoras. Un genio que en la madurez ha obtenido el reconocimiento a una fuerza interpretativa arrolladora.
Si bien Cranston destaca a lo largo de toda la película, el reparto que lo acompaña también está a un nivel altísimo. Sobresalen Anthony Mackie (Martin Luther King Jr.), Melissa Leo (Lady Bird Johnson), Bradley Whitford (Hubert Humphrey), Stephen Root (John Edgar Hoover), Todd Weeks (Walter Jenkins) y Frank Langella (Richard Russell).
Hasta el fin, que tiene entre sus productores a Cranston, Roach y Steven Spielberg, es una muy buena película que aborda la política y sus recovecos -si tendría que citar alguna serie para hacer un paralelo es inevitable no nombrar a House of Cards- y que no glorifica al personaje central, por el contrario, lo acerca al espectador en su versión más desamparada y soberbia.