Chuck Norris contra el comunismo
La policía secreta irrumpe. Las personas están sorprendidas. No saben qué hacer. No saben por dónde escapar. Los hombres de uniforme han rodeado el departamento y deciden arrestar a todos. Al dueño de la vivienda lo amenazan. Le destrozan la sala, las bancas, las sillas. Se llevan los reproductores de video. La intervención no tiene como objetivo desbaratar una célula terrorista, un cártel de la droga o una red de pederastas. Se ha descubierto a personas que estaban mirando películas de acción en la casa de un vecino. El delito consiste en que las cintas son estadounidenses. El gobierno cree que su origen podría afectar el comportamiento de los ciudadanos y, en consecuencia, el orden social.
A mediados de los ochenta, Rumania sufría los últimos años de la despiadada dictadura comunista de Nicolae Ceaușescu. Entre otras medidas opresivas, el control de los medios de comunicación era digitado desde un canal a servicio del régimen. No había otro medio audiovisual masivo. La programación era, evidentemente, propagandística y las pocas películas que se emitían estaban producidas a la medida del gobernante. Otras, de origen extranjero (rusas o de países afines en ideología y una que otra de Europa Occidental) pasaban por los ojos censores del departamento de comunicaciones. La edición y la censura se practicaban con normalidad.
Las películas importadas de Estados Unidos estaban prohibidas. La venta de reproductores de VHS era restringida e inaccesible por sus elevados precios. Por lo tanto, si alguien quería ver una película “no oficial” debía hacerlo de manera clandestina, pagando una entrada en la casa de alguien que proyectaba, a riesgo de ser vejado y encarcelado. Bajo ese contexto, Ilinca Calugareanu presenta un documental que narra a través de buenas cuotas de recreación con aires de filme noir y entrevistas a muchas personas, cómo el cine cambió la perspectiva de la población influenciándola de múltiples maneras.
https://youtu.be/MZ-QrYPw1fg
Chuck Norris contra el comunismo puede sentirse a ratos como un relato político o como una pieza policial que conforme pasan los minutos va ganando en ritmo. Calugareanu es audaz y sabe enlazar las diferentes aristas de su planteamiento respaldado por testimonios de primera mano y dramatizaciones que mantienen la expectativa todo el tiempo. La idea del video reproductor como arma social que ayudaba a sobrevivir a los pobladores ante un gobierno abusivo es otro de los postulados que el director transmite con énfasis. Mirar el mundo occidental desde películas como Rambo, Rocky, Volver al futuro, Karate Kid, Contacto sangriento, Desaparecido en combate, Alien, entre otras, eran, sin exagerar, ventanas de libertad que convertían a los rumanos en héroes por un momento.
El auge de las películas estadounidenses, en mayoría, se generó por la entrada de copias de contrabando que llegaban desde las fronteras. Ingresaban con la venia de la policía que estaba corrompida y llegó a ser un negocio tan rentable que hasta altos mandos militares rumanos participaban del comercio.
Quizá el personaje más entrañable del filme sea Irina Nistor, la mujer que prestó su voz para doblar los videos que circulaban. Dejó su sello en más de 3 mil títulos y casi siempre hacía varias interpretaciones vocales en una misma película. Fue la voz oficial del cine que se veía en Rumania en casi una década. Su testimonio es fundamental para el trabajo de Calugareanu por la doble vida que llevaba: en el día era parte del aparato de propaganda del gobierno y por la noche, en la clandestinidad, llegó a doblar hasta cinco películas seguidas. Una especie de doble agente que disfrutaba como nadie un oficio “subversivo”.
Chuck Norris contra el comunismo merece verse como un alegato a la libertad de información. Además es un homenaje a las películas de acción de los años ochenta, donde el barbudo protagonista de Fuerza Delta alcanzó la condición de héroe en un país dominado por un megalómano.