La persona sigue siendo la clave del management en la era de la IA
Se acerca el 2026 y muchos directores generales, ejecutivos y empresarios comienzan a elaborar sus listas de prioridades para el próximo año. Basta revisar buena parte del contenido que circula en redes profesionales como LinkedIn para constatar que la inteligencia artificial ocupa un lugar central en esas reflexiones estratégicas. Se habla, con razón, de eficiencia, productividad, automatización y escalabilidad.
Sin embargo, resulta llamativo que en ese debate se dedique mucha menos atención a una pregunta previa y decisiva: ¿qué tipo de organización queremos construir y qué lugar ocupan en ella las personas? Con frecuencia, la conversación se desplaza rápidamente hacia la tecnología, sin detenerse a examinar si las empresas están realmente diseñadas para situar a la persona en el centro de su quehacer directivo. Y, sin embargo, ninguna transformación tecnológica puede sostenerse en el tiempo si no descansa sobre personas adecuadas, motivadas y alineadas con un propósito compartido.
Plantear un enfoque de management más humano no significa renunciar a la rentabilidad, al uso de la inteligencia artificial ni a los aspectos financieros, indispensables para la sostenibilidad de cualquier organización. Por el contrario, implica comprender que la rentabilidad es una consecuencia, no un sustituto, de una correcta comprensión de la persona y de su papel en la empresa.
Hablar de personas en la organización exige, ante todo, un cambio de mirada. No se trata de concebirlas como recursos ni como capital, sino de reconocerlas como lo que realmente son: sujetos personales. Desde una perspectiva inspirada en la antropología trascendental, como la desarrollada por Leonardo Polo, la persona no puede reducirse a una función, a una competencia o a un indicador de desempeño. La persona es siempre más que aquello que produce.
Este enfoque da sentido a lo que podemos denominar un management humanista personalista, una forma de dirigir que sitúa a la persona en el centro de la organización sin oponerla a la eficiencia ni a los resultados, sino entendiéndola como su condición de posibilidad. En esta misma línea, Melé (2025) subrayó que la empresa debe entenderse como una comunidad de personas, donde estas son origen, centro y fin de la actividad empresarial, y no simples medios al servicio de otros objetivos.
Este cambio de enfoque resulta especialmente relevante en un contexto en el que la inteligencia artificial concentra gran parte de la atención del discurso directivo. La IA es, sin duda, una herramienta poderosa, pero no puede ni debe convertirse en el eje del management.
El management no es una técnica ni una ciencia en sentido estricto. Tampoco puede entenderse adecuadamente como un mero saber práctico. Dirigir implica tratar con personas, y la persona pertenece al nivel más alto del conocimiento. Por ello, el management exige el máximo nivel de conocimiento posible: un saber que integra comprensión antropológica, juicio ético y responsabilidad personal.
Su objeto último no son los procesos, ni los algoritmos, ni siquiera los resultados, sino las personas que piensan deciden, crean y asumen libremente responsabilidades. En este sentido, dirigir no es aplicar métodos, sino comprender a la persona en su dignidad, en su libertad y en su apertura trascendental.
Reducir el management a una cuestión técnica supone olvidar que toda organización es, antes que nada, una comunidad de personas. Precisamente por ello, un management humanista personalista exige una reflexión que va más allá de lo instrumental y de lo operativo. Requiere un conocimiento capaz de integrar la eficiencia con el sentido, la productividad con la dignidad y la estrategia con una comprensión profunda del ser humano.
Puedes tener las mejores inteligencias artificiales, los sistemas más sofisticados y los datos más precisos; pero si no tienes a las personas adecuadas, motivadas y alineadas, todo lo demás no caminará. Para las empresas que aspiran a ser sostenibles y competitivas en el largo plazo, esta no es una reflexión teórica ni una moda intelectual. Es una decisión estratégica de primer orden. En la era de la inteligencia artificial, la verdadera ventaja competitiva sigue siendo, y seguirá siendo, profundamente humana.
Referencia
Melé Carné, D. (2025). Fundamentos para una empresa humanista centrada en la persona: Pensando en la compañía mercantil del futuro (1.ª ed.). EUNSA.
*Nota del autor: El autor reconoce haber utilizado herramientas de inteligencia artificial como apoyo para mejorar la redacción y claridad del texto, manteniendo en todo momento la autoría intelectual, el enfoque conceptual y la responsabilidad sobre las ideas expuestas.

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