El momento es ahora
Por: José Ignacio Risso
Una crisis es una bendición, a menos que no se entienda correctamente. En la historia de las crisis económicas, siempre ha existido una altísima presión por analizar qué fue lo que ocurrió, de manera que se pueden adoptar medidas para corregir los comportamientos y trabajar hacia la prevención de otra crisis (Dash, 2017). La reciente crisis internacional ha revelado nuestras vulnerabilidades sociales, ya que a pesar del crecimiento económico sostenido que han tenido la mayoría de países latinoamericanos, hoy podemos ver nuestra realidad en cuanto a acceso a servicios básicos, educación, salud e infraestructura, entre otros.
En épocas de grandes crisis económicas, la historia nos enseñó que los encargados de formular políticas públicas tienden a determinar las acciones claves de una región basándose en un conjunto de principios o ideales. Sin embargo, muchas veces lo hacen sin tener claridad de la naturaleza o de los resultados subyacentes a dichos principios (Zinnes, Eilat, y Sachs, 2001). Investigando sobre los tigres asiáticos (Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur) encontré artículos con hallazgos muy interesantes sobre cómo pasaron de ser sociedades con escasos recursos naturales a ser economías prósperas a nivel mundial.
En primer lugar, muchos de los Estados mencionados basaron sus políticas educativas en cuestiones prácticas y no ideológicas, de manera que pudieron enlazarlas con programas de desarrollo efectivos, y guiados por objetivos. Un ejemplo de esto es que Singapur adoptó la lengua inglesa – y se arriesgó a hacerlo -, lo que conllevó a que se pudiesen incorporar a la economía global antes que el resto de países asiáticos que mantuvieron una línea más nacionalista. Asimismo, gracias a que sus culturas se basan en el confucionismo, que valora el aprendizaje y la enseñanza, estos países buscan educar a los estudiantes en competencias clave como pensamiento crítico, innovación y creatividad (Gopinathan y Lee, 2018). Así, los tigres asiáticos han trabajado por décadas hacia construir ciudadanos más capacitados. Cabe mencionar que, de acuerdo con Risso (2020), las cuatro competencias claves que un empleado debe de tener son: (a) pensamiento crítico; (b) creatividad; (c) comunicación; y (d) colaboración.
Resulta interesante saber que la reconstrucción de estos países inició durante las décadas de los sesenta y setenta. Con una visión de largo plazo, se trabajó integrando variables como finanzas, comercio, industria y recurso humanos. Algo clave de este trabajo es que en lugar de llevar a cabo reformas profundas e irreversibles, fueron graduales y calibradas. Esto hace recordar la Perspectiva Evolutiva Institucional, que se fundamenta en que la economía es evolutiva y que el éxito nunca es una garantía, sino que se deben ir haciendo modificaciones en las reformas. (Roland, 2001).
Como resultado, han sido capaces de desarrollar una clase media más educada y cada vez más grande, lo que a su vez ha permitido un paso de una cultura política paternalista a una con mayor participación de los ciudadanos en el debate político. De forma paralela, los líderes políticos han buscado constantemente atraer hacia los cargos públicos a los mejores y más brillantes profesionales, de manera que se priorice la planificación a largo plazo, el estado de derecho y el pragmatismo racional (Gopinathan y Lee, 2018).
Por otro lado, la inversión en infraestructura también ha sido gigantesca. En este terreno, Singapur – por ejemplo – cuenta con instalaciones orientadas a la actividad económica y distribución comercial. No solo tiene uno de los puertos más grandes del mundo, sino que es el tercer mercado en cambio de divisas en el mundo y cuarta plaza financiera internacional. (Rodríguez, 2016). Y sus planes para desarrollar su infraestructura no se detienen.
Pero no todo es perfecto. Producto de las políticas públicas expuestas anteriormente, estos países se han vuelto excesivamente competitivos, y aunque estén entre las mejores economías del mundo, no se escapan de problemas sociales como la pobreza o desigualdad salarial. Básicamente, la competitividad ha llevado a expandir la brecha de oportunidades, donde los hogares con mayores ingresos tienen mejor acceso a mejores oportunidades, especialmente en educación. Para contrarrestar dicho efecto, se está incentivando la cultura de “meritocracia compasiva”, donde se busca que quienes se hayan beneficiado del sistema meritocrático, contribuyan a la sociedad ayudando a los menos afortunados y más desfavorecidos (Gopinathan y Lee, 2018).
Algo parecido pasó en Chile. A pesar del éxito macroeconómico alcanzado por los gobiernos chilenos democráticos luego de Pinochet, es uno de los países más inequitativos del mundo. Las ciudades chilenas están altamente segregadas en las áreas urbanas y especialmente en Santiago, donde existen grandes disparidades en la calidad de vida entre sus 34 municipalidades. Por ejemplo, Santiago obtuvo seis de las mejores y peores municipalidades para vivir en Chile en el 2014 (Fernández, Manuel-Navarrete, y Torres-Salinas, 2016).
Las dificultades para reducir las inequidades en Santiago se basan en un modelo de desarrollo económico que naturaliza la asociación espacial entre status de ingresos y acceso a recursos de desarrollo humano. En una palabra, concentrar las oportunidades de desarrollo y hacerlas disponibles a las poblaciones en mejores situaciones es más eficiente que tratar de igualar su acceso entre estratos de ingresos. Como el territorio urbano en Santiago está apropiado por el privado y sus precios están controlados por el mercado, las personas que viven en municipalidades menos desarrolladas tienen menos probabilidades de recoger los recursos económicos necesarios para poder costear migrar a las municipalidades más ricas que concentren las mejor oportunidades de desarrollo (Fernández, Manuel-Navarrete, y Torres-Salinas, 2016).
¿Cuál es la conclusión de todo esto? Que no hay una fórmula total de éxito, que toda acción tiene una reacción positiva y negativa. Es casi natural que busquemos replicar las políticas y prácticas de los benchmarks internacionales, pero este préstamo no puede hacerse ciegamente. Es vital saber retocar y adaptarlas antes de ponerlas en marcha, así como medir su desempeño para poder rectificar y corregir cuando no se estén alcanzando los objetivos.
Asimismo, los encargados del diseño de políticas deben estar capacitados para hacerlo, y deben buscar producir generaciones futuras preparadas para asumir dicho cargo. La visión a largo plazo es clave. No se trata de los logros de un gobierno en particular, sino de un país entero – con intervención del privado y los ciudadanos – hacia un objetivo en común: el desarrollo económico y social.
Hoy tenemos la oportunidad de generar políticas públicas alineadas a proyectos de largo plazo. Hoy tenemos la oportunidad de potenciar el futuro del Perú. Hoy tenemos la responsabilidad de aprovechar las oportunidades que nos ha generado tanto esfuerzo macroeconómico en los últimos 30 años. Hoy tenemos que empezar a planificar a largo plazo, y fomentar el estado de derecho y el pragmatismo racional.
Referencias
Dash, P. (2017). Predicting Financial Crises: A Study of Asian Economies. SAGE, 18
(5), 1262-1277, DOI: 10.1177/0972150917710330
Gopinathan, S., Lee, M. H. (2018) Excellence and Equity in High-Performing
Education Systems: Policy Lessons From Singapore and Hong Kong. Journal for the
Study of Education and Development, 41 (2), 203-247, DOI:
10.1080/02103702.2018.1434043
Fernández, I. C., Manuel-Navarrete, D., & Torres-Salinas, R. (2016). Breaking Resilient
Patterns of Inequality in Santiago de Chile: Challenges to Navigate Towards a More
Sustainable City. Sustainability. 8, 820; doi:10.3390/su8080820
Risso, J. I. (2020). ¿Qué Producen las Universidades?. Diario Gestión. Recuperado de:
https://gestion.pe/blog/el-arte-de-emprender-y-fallar/2020/01/que-producen-lasuniversidades.
html
Rodríguez, P. M. (2016). Singapur, a la Vanguardia de las Smart Cities. Revista de
Obras Públicas: Órgano profesional de los ingenieros de caminos, canales y puertos,
ISSN 0034-8619, Nº. 3582, 59-71, recuperado de:
http://ropdigital.ciccp.es/pdf/publico/2016/2016_diciembre_3582.pdf
Roland, G. (2001). Ten Years After…Transition and Economics. IMF Economic
Review, 48, 29-52, https://doi.org/10.2307/4621689
Zinnes, C., Eilat, Y., & Sachs, J. (enero de 2001). The Gains from Privatization in
Transition Economies: Is “Change of Ownership” Enough?. IMF Economic Review, 48,
146-170, https://doi.org/10.2307/4621693