Nuevas reglas de juego
El efecto del COVID-19 ha cambiado el giro de muchos negocios, entre ellos, la educación. Si uno evalúa la reestructuración de las carreras técnicas y profesionales a nivel internacional, la nueva propuesta se centra en emprendimiento e investigación científica. Esto significa que el nuevo técnico o profesional, además del conocimiento en su campo, debe desarrollar las competencias para poder emprender y crear nuevo conocimiento.
En primer lugar, si nos centramos en la variable emprendimiento, es fácil detectar el perfil de un emprendedor. Esto se logra gracias a investigaciones de calidad (artículos publicados en revistas indizadas en bases de datos como Scopus o Web of Science), ya que con estas se puede elegir un instrumento que nos permita medir la capacidad de emprendimiento de una persona. A continuación, muestro algunos instrumentos que sirven para determinar la autoconfianza que tienen las personas para poder emprender con éxito: a) Chen (1998), b) De Noble (1999), c) Zhao (2015), d) Mc Gee (2009), e) Barboza (2007), y f) Barakat (2014). Una vez que se elige un instrumento, se debería aplicar el mismo a la población deseada (estudiantes de institutos, pregrado o posgrado) para identificar cuáles tienen mayor capacidad emprendedora. Con esto, la propuesta de valor de las entidades educativas cambia completamente, ya que deja de centrarse en los cursos clásicos y pasa a ofrecer cursos que, además de tener un fuerte contenido teórico, muestran la aplicación del conocimiento y la rentabilización inmediata de lo enseñado.
Aspectos sencillos como enseñar a los alumnos a crear una empresa, orientarlos sobre a quién consultar en las diferentes etapas del negocio, enseñar cómo funciona el mercado en lugar de hacerlo con ejemplos pasados que cuentan una historia congelada en un período determinado y no muestra la estrategia completa, enseñar cómo girar un cheque, qué tipo de tributación elegir, darles ruedas de negocios con empresarios en el sector donde ellos emprendan, llevarlos a ferias nacionales e internacionales, invitar a las clases empresarios exitosos para que compartan sus experiencias y que sirvan como una especie de mentores consultivos desde el primer momento que el alumno inicia sus negocios, cómo hacer el marketing digital para emprendimientos . La mejor manera de probar la robustez de una teoría es poniéndola a prueba; por eso, el mejor laboratorio es el mercado. Una cosa es hacer una proyección en una computadora y otra es hacer un negocio en el Perú. En el país, hay muchos “opinólogos”, personas que se creen expertas y hablan de su cabeza, que piensan que el emprendimiento no se puede enseñar. A continuación, expongo las investigaciones científicas que argumentan que sí es posible: a) Kubberød y Pettersen, (2017); b) Wilson, Kickul y Marlino (2007); c) Zhao et al. (2005); d) Byabashaija y Katano (2011); e) Gielnik, Uy, Funken y Bischoff (2017); f) Karlsson y Moberg (2013); g) Nowiński, Haddoud, Lančarič, Egerová y Czeglédi (2017); h) Bandura, (1997); i) Shinnar, Hsu y Powell (2014); j) Abaho, Olomiy y Urassa (2015); k) Abaho et al. (2015); l) Kassean, Vanevenhoven, Liguori y Winkel (2015); m) Gielnik et al. (2015); n) Saeed, Yousafzai, Yani-De-Soriano y Muffatto (2015); o) Maritz and Brown (2013); p) Boukamcha (2015); q) Hodzic, Ripoll, Lira y Zenasni, 2015; y r) Bandura (2012). De esta manera, queda demostrado que el emprendimiento puede ser enseñado, pero por personas que han emprendido en la vida real y no detrás de un monitor.
En segundo lugar, la investigación es clave para formar a un mejor técnico o profesional, ya que desarrolla en las personas la capacidad de poder generar y aplicar conocimiento. Una persona que tiene desarrollada la competencia de investigación se cuestiona, indaga y siempre pide referencias cuando alguien le muestra alguna idea. Pero la investigación de calidad no debe acabar en hacer un trabajo de investigación, sino que se debe llegar al siguiente nivel, el de publicar el estudio en una revista indizada en una base de datos. Para que esto se cumpla, se debe cambiar el perfil del típico docente tesista al docente investigador. La principal diferencia radica en que el investigador no se fija en cantidad, sino en calidad; pasa del libro al paper, no enseña a crear instrumentos y validarlos sin una metodología clara. Te enseña a buscar instrumentos validados, te enseña a ver el factor de impacto, los cuartiles, te indica cuál es el proceso de publicación, te enseña métodos estadísticos avanzados para que el alumno en un corto período transforme sus competencias y amplié su visión global. El docente tesista propone ideas de investigación de su cabeza ; el docente investigador se basa en una exhaustiva revisión de literatura que soporta el vació del conocimiento.
Finalmente, algo que no se debe dejar de enseñar es la ética y esto debe abarcar tanto a los institutos como a las universidades. Hacer plata es fácil, pero hacerlo de manera responsable, cuidando a los principales actores de la sociedad y del negocio, y no comprometiendo el ecosistema es un desafío. Concluyo diciendo que las entidades educativas no deben producir más de lo mismo, sino diferenciarse en la calidad de egresados que tienen, recordar que el egresado de ahora no requiere las mismas competencias que el egresado de hace un año. Aspectos como la programación en R, Python, Julia u otros podrían ser decisivos en una entrevista de trabajo y en la ejecución de emprendimientos.
Referencias
Abaho, E., Olomi, D., & Urassa, G. (2015). Students’ entrepreneurial self-efficacy: Does the teaching method matter? Education and Training, 57, 908–923.
Bandura, A. (1997). Self-efficacy: The exercise of control. New York: Freeman.
Boukamcha, F. (2015). Impact of training on entrepreneurial intention: An interactive cognitive perspective. European Business Review, 27, 593–616.
Byabashaija, W., & Katano, I. (2011). The impact of college entrepreneurial education on entrepreneurial attitudes and intention to start a business in Uganda. Journal of Developmental Entrepreneurship, 16(1), 127–144.
Gielnik, M., Uy, M. A., Funken, R., & Bischoff, K. M. (2017). Boosting and sustaining passion: A long-term perspective on the effects of entrepreneurship training.
Journal of Business Venturing, 32, 334–353.
Hodzic, S., Ripoll, P., Lira, E., & Zenasni, F. (2015). Can intervention in emotional competences increase employability prospects of unemployed adults? Journal of Vocational Behavior, 88, 28–37.
Karlsson, T., & Moberg, K. (2013). Improving perceived entrepreneurial abilities through education: Exploratory testing of an entrepreneurial self-efficacy scale in a pre-post setting. The International Journal of Management Education, 11, 1–11.
Kassean, H., Vanevenhoven, J., Liguori, E., & Winkel, D. (2015). Entrepreneurship education: A need for reflection, real-world experience and action. International Journal of Entrepreneurial Behavior & Research, 21, 690–708.
Kubberød, E., & Pettersen, I. B. (2017). Exploring situated ambiguity in students’ entrepreneurial learning. Education and Training, 59(3), 265–279.
Maritz, A., & Brown, C. (2013). Enhancing entrepreneurial self-efficacy through vocational entrepreneurship education programmes. Journal of Vocational Education & Training, 65, 543–559.
Nowiński, W., Haddoud, M. Y., Lančarič, D., Egerová, D., & Czeglédi, C. (2017). The impact of entrepreneurship education, entrepreneurial self-efficacy and gender on entrepreneurial intentions of university students in the Visegrad countries. Studies in Higher Education. http://dx.doi.org/10.1080/03075079.2017.1365359.
Saeed, S., Yousafzai, S., Yani-De-Soriano, M., & Muffatto, M. (2015). The role of perceived university support in the formation of Students’ entrepreneurial intention. Journal of Small Business Management, 53, 1127–1145.
Wilson, F., Kickul, J., & Marlino, D. (2007). Gender, entrepreneurial self-efficacy, and entrepreneurial career intentions: Implications for entrepreneurship education. Entrepreneurship: Theory and Practice, 31, 387–406.
Zhao, H., Seibert, S., & Hills, G. (2005). The mediating role of self-efficacy in the development of entrepreneurial intentions. Journal of Applied Psychology, 90,
1265–1272.