Desafiando el Paradigma de la Maternidad
Por Ignacio Risso De las Casas
Antes de la declaración del Estado de Emergencia nacional debido al COVID-19, tuve la oportunidad de ir a un conversatorio en la Casa Natura donde cuatro mujeres hablaron de su experiencia, los estereotipos a los que se han enfrentado y diversas situaciones que las marcaron. Como hombre en este conversatorio, fue genial que un grupo de mujeres pongan en evidencia la influencia del machismo de la cultura peruana en mi mentalidad, y los retos a los que me enfrento por desligarme de costumbres que, para mí, deben cambiar.
Uno de los puntos que tocaron en este conversatorio fue la fragilidad de la masculinidad, y recordé que Norma Fuller expuso este tema en el estudio que realizó sobre las identidades masculinas en el Perú. En su libro, la autora argumentó que la masculinidad es un factor cuestionado día a día, en cada acto y palabra de los hombres. Esto se refleja en frases como “los hombres no lloran”, “pateas como mujer”, y en costumbres como la de que el hombre es el proveedor del hogar y la mujer se debe de ocupar al cuidado de la casa y de los hijos (Fuller, 1997). Es importante dar cuenta de esto porque refleja la profundidad en la que el machismo influye en nuestra cultura y costumbres, afectando las decisiones de los ciudadanos en el día a día.
Por lo tanto, quise hacer una investigación respecto a las familias en las que el hombre se queda en casa y las mujeres son los proveedores del hogar; es decir, cuando la costumbre machista se invierte. A continuación expondré información de dos artículos científicos que estudian las dinámicas de los hogares en la que los padres son los que se quedan en casa.
El propósito de este artículo es informar sobre los cambios que están ocurriendo en el mundo respecto a los roles de género, y cuestionar o poner en evidencia las oportunidades que la cultura peruana tiene para ser más inclusiva.
Rushing y Powell: Family Dynamics of the Stay-at-Home Father and Working Mother Relationship
Rushing y Powell (2014) expusieron que, de acuerdo con Heppner y Heppner, mujeres y hombres están participando en roles no tradicionales de madres empleadas y padres dedicados al hogar. Esto se evidencia en datos como el presentado por el Bureau of Labor Statistics de Estados Unidos, mencionando que el 47% de su fuerza laboral es de mujeres. Además, de acuerdo con el Census Bureu del mismo país, 189,000 hombres se identificaron, en el 2012, como padres que se quedan en casa. Esto implica quedarse fuera de la fuerza laboral por, al menos, un año para ocuparse de su familia mientras su esposa trabaja fuera de casa.
De acuerdo con Rushing y Powell (2014) , el cambio en estos roles implica algunos efectos negativos. Uno de ellos es cuando ocurren conflictos en los roles de género; es decir, cuando una persona asume roles incongruentes con su género. Estudios como el de Barnett y Hyde; 2001) han identificado algunas consecuencias como mayor estrés, discriminación social, fracaso en el rol, efectos negativos en el autoestima, menor satisfacción en sus relaciones, entre otros. Otro efecto negativo es el paradigma de la tensión de roles, como citó Perrone, Wright y Jackson (2009); esto es, cuando cumplir con un rol interfiere con cumplir con otro. Este paradigma sugiere que los hombres deban comportarse en formas congruentes con la masculinidad tradicional, incluyendo evitar comportamientos vistos como femeninos. Como consecuencia, el hombre se enfrenta a presiones sociales y, por otro lado, las esposas también se ven impactadas en cuanto a bienestar, autoestima y satisfacción de la relación.
Como consecuencia, los hombres que se quedan en casa sufren comentarios negativos de sus familiares, amigos y colegas profesionales por sus decisiones de asumir roles no tradicionales de paternidad. Además, agregaron que, en un estudio de Merla en el 2008, existen tres comentarios en común: (a) el cuidado de los hijos es una tarea femenina; (b) el rol principal del hombre es ser profesionalmente activo y el proveedor principal; y (c) los padres que se quedan en casa no son masculinos.
Por otro lado, Rushing y Powell (2014) concluyeron que tener distintos roles puede ser beneficioso en la medida en que trae consigo oportunidades de experimentar éxito en otros, o reducir el impacto del estrés. La ideología de los roles de género permite que las mujeres aprecien el trabajo y los hombres, el rol de cuidar. De esta manera, ambos se ven liberados y más satisfechos con su relación. Incluso mencionaron que se ha estudiado que los individuos cuyos roles son congruentes con sus valores y compromiso, se sentirán más satisfechos. En una palabra, los autores argumentaron que, con las mujeres en la fuerza laboral, los hombres reportan menos presión financiera y mayor libertad para invertir en los roles de la familia.
Adicionalmente, Rushing y Powell (2014) argumentaron que los efectos en los padres cuando se quedan en casa, son positivos. Hay niveles altos de satisfacción y describen su situación como disfrutable. Además, los padres tienden a asociarse con otros padres en su misma situación para desligarse de los ideales de género, identificándose así con orgullo por el hecho de estar dándole forma a un nuevo rol masculino. Incluso, estudios como el de Perrone et al. (2009) han demostrado que estos padres se sienten más masculinos cuando tienen estos roles que limitándose a ser proveedores financieros, ya que muestran mayor apreciación por sus vidas emocionales, muestran menos miedo y vergüenza y mayor deseo de crecer como padres. Un punto importante es que mantienen valores de independencia y fuerza, que son factores masculinos muy tradicionales.
En términos generales, los padres perciben todos los beneficios de quedarse en casa en la medida en que mejoran sus relaciones en el hogar, ven el desarrollo de sus familiares y sienten un mayor valor en sus aportes, a pesar de que el mundo fuera de su casa muchas veces los juzguen o no los apoyen correctamente.
Para Rushing y Powell (2014), por otro lado, muchas madres de familia tienen un mayor sentido de control en las familias cuando son su sostén, incluso se sienten mayor empoderamiento con este rol. Por otro lado, hay un número de mujeres que sostienen la familia que sienten tensión en la dinámica de su familia y tienen dificultades para encontrar el balance de ser una mujer fuerte pero no controladora en su dinámica familiar. Adicionalmente, mencionaron que en un estudio de Meisenbach en el 2010 surgió un tema interesante en el cual las mujeres que salen a trabajar se describen como independientes. Más aún, se mencionó en el estudio que las participantes mencionaron específicamente el valor de la independencia financiera y la habilidad de depender de ellas mismas en caso algo le pase a su pareja.
Dentro de los aspectos negativos de los efectos de las madres que trabajan están los sentimientos de presión, estrés y preocupación. Muchos de estos sentimientos vienen por las expectativas de la sociedad para la mujer por los roles tradicionales y por la preocupación de perder un trabajo y no poder proveer a su familia. Por otro lado, existen sentimientos de resentimiento ligados hacia su pareja ligados a los gastos de la pareja, falta de contribución financiera, falta de división de las tareas del hogar y la presión de la sociedad por estos factores. Asimismo, existen sentimientos de culpa en las madres por estar lejos de sus hijos mientras crecen profesionalmente.
Finalmente, los autores concluyeron en su estudio que los efectos más importantes se pueden resumir en tres: (a) las relaciones entre padres e hijos son positivas; (b) la cohesión entre los padres es mejor; y (c) el tiempo de calidad entre los miembros de la familia es mejor.
Boyer, Dermott, James, y MacLeavy: Regendering care in the aftermath of recession?
De acuerdo con Boyer, Dermott, James y MacLeavy (2017), las expectativas que tienen los padres de la manera y cantidad en que se involucran directamente con sus hijos se está alterando. Estos quieren pasar más tiempos con sus hijos y están destinando más parte de su tiempo a las actividades del hogar. Para ilustrar la idea, los autores señalaron que, en un estudio de la Oficina Nacional de Estadística de Londres, había más de 250,000 hombres económicamente inactivos por dedicarse a su casa y su familia, al 2016 en Reino Unido.
De acuerdo con los autores, los padres que se quedan en casa sufren de estigmas, aislamiento social, presión de grupo y otros conflictos. Por otro lado, mencionaron que la literatura también revela que estos sienten mayor conexión con sus hijos, amigos y comunidad; cómo estos encuentran nuevas formas de cuidar a su familia distinto a sus contrapartes femeninas; y cómo estos hombres pueden servir como agentes importantes de cambio en promover un balance entre la vida laboral y privada.
Para Boyer et al., (2017) un aumento en el porcentaje de padres que se quedan en casa puede apoyar a una distribución más equitativa en el cuidado de los niños, esto no implica que el hecho en sí mismo signifique la erradicación de dualismos de género. Por lo tanto, dada la propensión de los hombres de distanciarse emocional y geográficamente de la paternidad, se necesita examinar el cuidado de los hijos para entender la necesidad de una participación equitativa de los hombres y mujeres en la paternidad/maternidad.
Los autores expusieron que el incremento en el número de hombres que viven con una mujer que sostiene a la familia, junto con evidencia de que los padres están asumiendo más responsabilidades en el cuidado de los hijos cuando su pareja trabaja mucho tiempo, está empezando a cuestionar los supuestos existentes de las políticas de género respecto al cuidado del hogar.
Así, están surgiendo teorías que buscan desestabilizar los conceptos por los que se entiende el cuidado del hogar, de manera en que se cuestione “de quién es responsabilidad” el cuidado del hogar. Esto quiere decir que los conceptos de maternidad y paternidad, asociados a la mujer y al hombre, respectivamente, están siendo cuestionados por la interrogante de que el hecho de que un hombre se encargue del cuidado de los hijos constituya maternidad, paternidad, o ambos.
Comentarios finales y recomendaciones
Si bien los estudios se enfocan en otros países, podemos utilizar estos ejemplos para ver cómo las sociedades se están transformando y cómo ya existe una gran parte de los hombres en el mundo que cuestionan los estereotipos asociados a cada género para construir un futuro mejor. Como se ha llegado a analizar, los roles se pueden “invertir” con facilidad, pero la sociedad debe cambiar para poder apoyar a que cada familia haga lo mejor para su hogar y dejar de criticarlas por no adherirse a la costumbre, que muchas veces está equivocada.
Las diferentes crisis económicas que ha vivido el mundo han llevado a que las mujeres puedan participar en la fuerza laboral para apoyar en los ingresos del hogar, y demostrar que pueden realizar las mismas actividades que los hombres sin mayor diferencia. Sin embargo, aún no terminamos de aprender que los seres humanos somos iguales sin importar el género, y que nada tiene un género establecido. El rosado no necesariamente es un color de mujeres, así como los carros no necesariamente son aficiones para hombres.
Este artículo no busca, bajo ninguna medida, justificar actos machistas ni contrarrestar los esfuerzos feministas; todo lo contrario. Este escrito busca resaltar otro factor que nuestra sociedad debe trabajar en nuestra búsqueda de oportunidades iguales, tratos justos, eliminación de hostigamiento sexual y muchos otros problemas que nuestra cultura carga hace muchos años. Debemos orientar nuestros esfuerzos en eliminar las críticas en general, ya que todas estas trabas inician cuando se juzgan los actos de otro bajo un ideal que no necesariamente es correcto.
Como mencioné al inicio de este texto, la fragilidad de la masculinidad se basa en el cuestionamiento constante de la misma y conlleva a actos e ideas machistas para intentar no ser cuestionado. Por ejemplo, que la mujer debe de cocinar, que la esposa e hijas deben de atender a los hombres de la casa, que los hombres no limpian, que los hombres no abrazan, que los hombres no demuestran cariño, que las disputas se solucionan a golpes, entre otros. Sin embargo, estos actos son evidencia inherente de que el verdadero “macho” peruano, no es tan hombre como se creía.
Trabajemos en reforzar la educación, los valores, cómo ser buenos ciudadanos, el conocimiento de nuestros derechos y deberes, y solo así construiremos el futuro que tanto ansiamos.
Referencias:
Barnett, R., & Hyde, J. (2001). Women, men, work, and family: An expansionist theory. American Psychologist. 56, 781-796.
Baxter, P., &Boyer, K., Dermott, E., James, A., MacLeavy, J. (2017). Regendering care in the aftermath of recession? Dialogues in Human Geography. 7(1), 56-73. DOI: 10.1177/2043820617691632
Fuller, N. (1997) Identidades masculinas: Varones de clase media en el Perú. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Rushing, C. y Powell, L. (2014). Family Dynamics of the Stay-at-Home Father and Working Mother Relationship. American Journal of Men’s Health. 9(5), 410-420. DOI: 10.1177/1557988314549414
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