Es posible que relacionemos emprendimiento con Silicon Valley, Seúl o Bangalore; sin embargo, los peruanos no interiorizan que están sentados en un banco de generación de nuevas empresas como es el Perú. Según el reporte del Global Entrepreneurship Monitor: Perú 2016 (GEM, 2016), el Perú se posiciona como uno de los cuatro países con mayor actividad emprendedora dentro de las economías basadas en eficiencia y a nivel global ocupa el sexto lugar con una tasa de emprendimiento en etapa temprana TEA del 25.01%.
Actualmente los investigadores del emprendimiento empresarial buscan avanzar nuevos paradigmas, teorías y escuelas de pensamiento que podrían permitir el desarrollo de predicciones e hipótesis rigurosas. Un artículo publicado recientemente nos define que el emprendedor debe tener la capacidad de poder anticiparse al futuro y ejecutar estrategias de manera efectiva. (Mathews,2017).
“La esencia de una estrategia de negocios radica en poder definir el camino a seguir. En el Perú, no obstante, este trabajo es complejo, ya que el país enfrenta múltiples barreras que dificultan la dinámica empresarial.”
Lograr hacer que un emprendimiento sea sostenible es un trabajo riguroso e incierto, muchas veces para que la innovación impacte en la rentabilidad de la empresa se debe fallar rápido y barato para así no perjudicar la estabilidad del negocio. En el Perú se debe perder el temor al fracaso e impulsar el emprendimiento desde la cultura; ya que, en este país la falla es sinónimo de inexperiencia o fracaso lo que frena la intención de emprender de muchas personas.
El emprendimiento es considerado un arte porque requiere de mucha creatividad e innovación no solo en el producto sino también en el modelo de negocio. Además, pasa por diferentes barreras que impactan en los resultados financieros y comprometen la sostenibilidad de la empresa. Una de estas dificultades, es, por ejemplo, la tendencia del empresariado peruano a hacer todo por sus clientes, aplicando estrategias de reducción de costos sin darse cuenta de que aquello generalmente produce una disminución de los sueldos, lo que se traduce en un menor ingreso, por ende, en un menor consumo y, finalmente, en un freno a la dinámica económica.
El débil gasto en investigación y desarrollo que existe en el país, apenas 0.08% del PIB, es otro factor que frena la innovación y el emprendimiento, y que nos sitúa muy lejos de países como Israel, Finlandia, República de Corea y Suecia, que alcanzan un promedio de más del 3.5% de gasto en estos ítems, según el Instituto de Estadística de la Unesco (IEU, 2016). Resultado de aquello es que la mayor parte de las iniciativas empresariales correspondan a los denominados “maquila” y no se genere un emprendimiento disruptivo y competitivo de talla internacional.
Por último, y desde un análisis más global, Perú presenta un conjunto de carencias claves a la hora de incentivar un ambiente emprendedor: falta de una estrategia clara, falta de una visión integrada, falta de liderazgo. Para que la estrategia a nivel país tenga alto impacto, esta debe tener fundamentos sólidos tanto en los aspectos macro como en los microeconómicos. Junto a lo anterior, es fundamental incorporar el concepto de innovación constante y contar con regulaciones eficientes en el ámbito tributario. Si algo caracteriza al Perú son las ganas de salir adelante, sin embargo, si el Estado no articula adecuadamente estas variables, es muy posible que nuestras empresas sigan teniendo dificultades para poder subsistir.
Diego N