¿Para qué sirve el crecimiento económico?
Nadie duda que las buenas cifras macroeconómicas no se han reflejado en una mejoría de la calidad de vida para una gran parte de los ciudadanos. Sin embargo, la solución no es “patear el tablero”, vivir odiando ni convertirnos en intolerantes. Veamos qué han hecho países que sí lo han logrado para ver cómo lo adaptamos al Perú. No podemos cambiar de estrategia sin estar seguros de que la nueva va a funcionar. ¿Tendría sentido aplicar una estrategia similar a la de Venezuela, Bolivia, Argentina o Nicaragua? La respuesta es no, porque ahí no han funcionado y, por lo tanto, no es una opinión, sino un hecho. Veamos.
Crecer es producir más y se mide por los aumentos del PBI. No es igual a desarrollar. Imaginemos que Perú comienza a crecer de manera sostenible. ¿Se reflejará en una mejora en el bienestar para todos? Depende.
Existen dos canales que conectan el crecimiento con el bienestar. En primer lugar, un hecho estilizado de cualquier economía es que el crecimiento genera un aumento de la recaudación tributaria y, con ello, eleva la capacidad de gasto del gobierno; en algunos países con mayor informalidad, como Perú, será menor que en otros; por eso, se señala que el crecimiento económico financia al gasto público. Ahora bien, que el gobierno tenga más dinero no significa necesariamente que sea bien utilizado. Es clave que la gestión de los recursos del gobierno sea eficaz y eficiente, para que de esta manera se refleje en la satisfacción de necesidades inmediatas de los ciudadanos. Me refiero a usar mejor el dinero en educación, salud, seguridad ciudadana, etc. No en más empresas públicas ni en proyectos que no tienen ninguna rentabilidad privada ni social (como la Refinería de Talara), sino en aspectos que mejoren la calidad de vida de todos. Por ejemplo, que los hospitales y postas públicas de todo el país tengan todos los medicamentos necesarios.
En segundo lugar, se presume que, como crecer significa producir más, entonces si se produce más, se contratarán más trabajadores; es decir, aumentará el empleo. Parece lógico, pero cuánto empleo se genere depende de dos aspectos. Por un lado, tienen que existir ciudadanos adecuadamente educados y capacitados para ser contratados por las empresas; aquí, tanto la educación como el desarrollo de las denominadas competencias blandas es clave; por otro, no todos los sectores generan el mismo impacto sobre el empleo. Algunos usan más tecnología que otros y, como consecuencia, para producir más no requieren muchos más trabajadores, sino más máquinas.
Los ciudadanos “no ven” el PBI y tampoco les impacta que los gobiernos se refugien en el hecho de que la economía está creciendo; poco o nada le importan los “grandes números”, pues lo que buscan es que se solucionen los problemas relacionados directamente con su bienestar. Si le preguntamos a cualquier persona cuáles son sus principales problemas, ninguno responderá que le preocupan las menores exportaciones o el lento crecimiento del país; lo que sí le angustia son otras cosas como el logro de un ingreso razonable, empleos adecuados, la reparación de las pistas, el tráfico caótico de nuestras ciudades, las precariedades de los sectores de educación y salud, la seguridad ciudadana, etc.
El gran reto de los gobiernos es conectar con la población. No solo importa lo que deben hacer, sino cómo lo hacen. Para eso, la experiencia internacional muestra que los gobiernos de menor tamaño suelen ser mejores. Pequeño no es igual a débil, como tampoco grande es sinónimo de fuerte. ¿Considera usted, estimado lector, que los gobiernos que Perú ha tenido en lo que va del siglo han logrado conectar el crecimiento económico con el bienestar?