Clave: mejorar expectativas
Una de las variables que condicionan el futuro de una economía son las expectativas, definidas como las previsiones que las personas hacemos respecto de cómo se comportará la economía y el entorno en general, tanto en el futuro cercano como en el mediano plazo. Cualquier decisión económica se basa en las expectativas. Como ejemplos podemos pensar en lo que creemos que ocurrirá con el tipo de cambio, la tasa de interés, el contexto político, etc.
Imagine usted que ahora está pensando poner un negocio. Si lo está haciendo, es porque espera que le vaya bien; para determinar esto último, trata de incorporar todas las variables, no solo económicas, que podrían condicionar lo que ocurra. Esto lo hacemos todos. Por eso, la decisión final de hacerlo o no hacerlo depende de las expectativas.
Dicho esto, ¿cómo se miden las expectativas? El Banco Central (BCR) toma una encuesta mensual de expectativas macroeconómicas dirigida a tres grupos: analistas económicos, sistema financiero y empresas no financieras. Veamos los resultados.
Primero, en el mes de mayo, las expectativas de la inflación para diciembre se ubican, en promedio, en casi 5.5%, esto es, casi el doble del techo de la meta anual del BCR. Recién en 2024, la inflación volvería a estar dentro de la meta (entre 1% y 3% anual).
Segundo, el crecimiento económico para 2023 se ubicaría en un rango entre 1.9% y 2.3%, insuficiente para crear empleo y reducir pobreza. Para 2024, la cifra se ubicaría en torno de 3%. Como las expectativas, en última instancia, determinan las decisiones, se convierte en un objetivo fundamental una especie de choque de expectativas. Volver a creer es clave para volver a crecer. ¿Qué se puede hacer? La historia económica muestra que la inversión suele moverse en manada. Esto significa que, si sale algún megaproyecto, sea nacional o extranjero, ello detona que inversiones de menor tamaño sigan al grande. Imagine una manada de elefantes; observe que el líder del grupo suele ir adelante y los que están detrás lo siguen, sea que avance o se detenga. Lo mismo pasa con la inversión. Y esto es evidencia empírica y no una opinión. Sin embargo, para que esto ocurra, una inversión grande tiene que cambiar expectativas y ver el futuro auspicioso. Y opino que esto depende, en gran medida, del contexto político.
Tercero, las expectativas respecto del tipo de cambio aluden a un precio del dólar que se ubicaría entre 3.70 y 3.80 soles por dólar a diciembre. Cuarto, la tasa de interés de referencia, también llamada tasa de interés de política monetaria se ubicaría entre 6.50% y 6.75% a diciembre de 2023, menor al 7.75% actual. La idea es que, conforme baje la inflación, la tasa de interés siga la misma dirección.
Quinto, las expectativas empresariales sobre cómo se ve la economía a tres meses continúan en terreno negativo. Y eso explicaría la caída de la inversión privada, que ya lleva cuatro trimestres seguidos con ese comportamiento. No creer se refleja en no invertir. Lo que se ha recuperado y ya se encuentra en terreno positivo son las expectativas a un año y esa es una buena noticia.
Muchas veces no les damos la verdadera importancia a las expectativas, pero son determinantes para el crecimiento económico y del empleo. Después de todo, nadie invierte para perder y esto no depende del tamaño de la empresa ni de su giro.
En síntesis, la inflación ya se encuentra en un proceso de reducción hacia el rango meta, algo que podría lograrse a fin de año o al comienzo de 2024. El problema está en el lento crecimiento, en cuya base se encuentran expectativas negativas. Voltearlas es el principal reto del gobierno. No es una tarea fácil, pues se trata de volver a creer después que no se creyó, pero no hay otro camino, pues, para retomar el crecimiento, es indispensable recuperar la credibilidad.