¿Por qué no nos entendemos? Impactos sobre la economía
Desde hace semanas existen dos posiciones que parecen ser irreconciliables. Por un lado, quienes protestan y se manifiestan por las calles, algunos de manera pacífica y otros, destruyendo propiedad privada y pública. Por otro lado, quienes sostienen que se trata de masas de personas manipuladas y que hay que poner orden a cualquier precio. En medio de ambos, muchas personas que desean vivir en paz. No voy a entrar en el deporte de defender una postura u otra, pues ambas tienen parte de razón.
Y si eso es así, pues existe una ventana, aunque sea pequeña, para comenzar a ponernos de acuerdo. El problema es que no sabemos cómo y esto ocurre, entre otras razones, porque ninguna parte está dispuesta siquiera a conversar. Vean las redes y me darán la razón.
Esta característica, que no es una anomalía, tiene historia en el Perú. Quizás por eso a lo largo de los últimos 200 años hemos tenido tantas dictaduras. Cuando revisamos al mundo encontramos que los países que tienen más paz y por ende progreso, tienen dos características: primero, un alto nivel de capital social, es decir, confianza interpersonal y confianza en nuestras instituciones. Segundo, un estado que garantiza la satisfacción de las necesidades básicas de todos los ciudadanos. Ambas características están ausentes en nuestro país y no de ahora.
¿Y qué ha pasado con aquellos países que no tienen esas dos características? Pues que sus economías no han funcionado, al margen del “modelo” usado. Entonces me parece que estamos debatiendo qué hacer con la economía, sin antes entender que esta funciona en una realidad concreta y compleja que tiene diversas dimensiones. La economía interactúa con esas otras dimensiones, como la política, la institucional, la cultural, etc. Si aquellas no funcionan, entonces casi no tiene sentido debatir cuál debería ser el modelo.
Más allá de la postura de cada uno, las manifestaciones y protestas tienen dos tipos de impactos sobre la economía. Primero, el impacto directo, que se manifiesta en los miles de negocios que han cerrado como consecuencia de las mismas. Perú tiene tres millones de empresas, de ellas el 99.4% son micro y pequeñas empresas y generan más del 90% del empleo. Si es así, se entiende que muchísimos peruanos se quedaron sin chamba. Piense en el sector turismo, que, a través de empleos directos e indirectos, genera más de un millón y medio de empleos. Es fácil decir, desde la comodidad de quienes tienen un empleo, que está bien que sigan protestando. ¿Y cómo viven? Los estimados varían, pero van desde un nivel de ventas menor en 80% en el emporio de mesa redonda a más de tres mil millones de soles en total. Y sigue subiendo. Pregunto: ¿no es mejor conversar? Ya sé que me dirán que no se puede dialogar. Mi postura: siempre se puede dialogar.
Segundo, el impacto indirecto. En un contexto como el actual, la inversión se contrae y por ende el PBI y la recaudación tributaria. Existen países que recomiendan no venir a Perú. Sin inversión, no hay crecimiento. No sigamos negándolo porque va contra la evidencia empírica.
El resultado de todo lo dicho, falta de capital social, ausencia de un estado, en sus tres niveles, que vele por la satisfacción de las necesidades de todos los peruanos y que obtiene el dinero de quienes pagamos impuestos y los impactos directos e indirectos, hacen pensar que cualquier proyección, tanto a nivel empresarial como nacional para 2023 habrá que ajustarlas hacia la baja. Y esa es una maña noticia, en especial para los más vulnerables.