Del crecimiento económico al bienestar
La primera tarea del nuevo gobierno es reactivar la economía y luego proceder con las reformas necesarias que conecten las cifras macroeconómicas con el bienestar microeconómico. Aclaremos los términos.
El crecimiento económico significa producir más y se suele medir a
partir de la tasa de variación porcentual del Producto Bruto Interno (PBI) con respecto del año previo. Por ejemplo, en marzo de 2021 la economía peruana creció 18%, lo que quiere decir que se produjo 18% más si comparamos marzo 2021 contra marzo 2020.
El crecimiento, entonces, se mide por el aumento en el PBI, definido como el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de una economía durante un durante un período de tiempo. Entonces, cuando el PBI aumenta significa que se produce más. Sin embargo, el aumento en el PBI es solo un medio y no un fin en sí mismo. El fin de cualquier estrategia es el aumento en la calidad de vida de los habitantes de un país, es decir, el desarrollo humano. Crecer es producir más, desarrollar es mejorar la calidad de vida. Un país puede crecer, pero no desarrollar.
Veamos el detalle. El PBI no es un indicador de bienestar por una
serie de razones, aunque sí puede estar conectado con el bienestar. Por ejemplo, en la medida que el PBI mide cuánto se produce, incluye la producción de cosas negativas para el ser humano (males) y para el medio ambiente; por ejemplo, producir más drogas o productos hechos por industrias contaminantes; ambos aumentan el PBI, pues se produce más. En términos más simples, el PBI mide cuánto se produce, no cómo se produce ni qué efectos tiene, ni tampoco quién lo produce. De ahí que el crecimiento económico sea solo un medio, pero no un objetivo último de un país.
¿Cómo se conectan el crecimiento con el aumento en la calidad de
vida? En general a través de dos canales. En primer lugar, si se produce más, podría pensarse que siempre aumenta el empleo. El mayor empleo lleva a mayor ingreso y por ende a mayor demanda por bienes y servicios que elevan el bienestar; pero, ¿es así? No necesariamente; por un lado, el avance tecnológico está originando que la mayor producción se logre con un uso más intensivo de máquinas y tecnología, pero no de personas; la consecuencia es que aumenta el PBI, pero no el empleo. Por otro lado, si los niveles de educación y salud son de baja calidad, no todas las personas son
“empleables”. Quieren trabajar, pero no tienen las competencias educativas ni
el estado de salud para acceder al empleo, es decir, no están preparadas para
tomar los empleos. De ahí que las reformas en los sectores de educación y
salud sean fundamentales para tener un capital humano que pueda sostener el crecimiento futuro.
En segundo lugar, como el crecimiento significa producir más,
entonces lleva a un aumento de la recaudación tributaria y por ende de la
capacidad de gasto del gobierno. ¿Qué ocurre si el gobierno no sabe cómo gastar
los recursos que le “entrega” el crecimiento económico o se pierden por la corrupción? En ese ese caso de nada serviría que el gobierno tenga más recursos si no sabe cómo usarlos para elevar el bienestar. ¿Y el sector informal que no paga impuestos?
Las dos razones descritas explican por qué hay muchas economías con
excelentes resultados económicos, pero pobres resultados sociales; lo que pasa
es que los “conectores” no funcionan.
Además, el aumento en el PBI está acompañado de un aumento en la población. Por ello se suele usar el PBI por habitante como un indicador alternativo, que mide cuántos bienes y/o servicios podría comprar una persona en un año si los ingresos se dividieran en partes iguales. El uso del PBI por habitante tampoco es un indicador de
bienestar pues no es verdad que el ingreso de un país se divida en partes
iguales. La distribución del ingreso importa. Cuánto más desigual sean los
ingresos en una economía, menor impacto del crecimiento económico sobre el
bienestar. Y América Latina es la región más desigual del mundo, incluso que
África.
El mensaje es el siguiente: El PBI es un indicador del avance
productivo de un país, pero no uno de bienestar; para medir este último se
necesitan otros indicadores, la tasa de pobreza (medida por diversos métodos),
la tasa de mortalidad infantil, la proporción de hogares con acceso a agua
potable y desagüe, la desigualdad de ingresos, el acceso a una educación de calidad, etc. El tema está en que los resultados económicos no son iguales a los sociales. Los primeros son una condición necesaria pero no suficiente para lograrlos.