Instituciones inclusivas, crecimiento y desarrollo
Cada vez está más claro que uno de los problemas que impide el crecimiento económico inclusivo y sostenido del Perú es el “marco institucional”; el economista e historiador Douglas North, recibió el premio nobel de economía en 1993 por sus explicaciones sobre la relación entre las instituciones y el crecimiento. En 2008, Daron Acemoglu y James Robinson publicaron “¿Por qué fracasan los países?” que iba en la misma línea. Los autores mencionados usaron la historia para explicar sus teorías. Las economías que más crecen son aquellas que tienen instituciones inclusivas y no necesariamente aquellas con recursos naturales. Si fuera esto último, entonces Venezuela crecería mucho y Japón y otros países de Asia Oriental, estarían estancados. La realidad muestra lo contrario.
En primer lugar y de acuerdo con North y otros, las instituciones pueden entenderse de dos modos: como organizaciones (por ejemplo, el funcionamiento del poder judicial, el congreso, la policía, la empresa privada, etc. ) y como las reglas de juego, que a su vez se dividen en formales e informales; entre las primeras destacan las leyes y su cumplimiento y entre las segundas, las costumbres y tradiciones. En términos simples, el contexto institucional dentro del cual funciona una economía.
En segundo lugar, no cabe duda que no se requiere ser economista para concluir que las instituciones no funcionan en el Perú. Las personas de a pie lo sabemos; un reflejo de ello es la escasa credibilidad que tienen la mayoría de instituciones en el país. Usted lector, ¿cree que el poder judicial administra bien la justicia del país? ¿Y la policía es confiable? ¿Acaso el estado hace respetar los derechos de propiedad? Un ejemplo. Si usted, estimado lector, adquiere una vivienda y es estafado; ¿tiene la certeza que sus derechos serán respetados y defendidos por el estado? ¿Cuántos casos vemos a diario de ese tipo? ¿Por qué está enquistada la corrupción? 2020 ha mostrado la precariedad institucional del país. Sin ellas, cualquier estrategia económica tendrá alcances muy limitados.
Una sociedad no puede ser evaluada solo desde la perspectiva de los resultados económicos; debemos analizar cómo funciona. Aunque suene pesimista, mi visión es que nuestra sociedad no funciona bien. La costumbre (reglas informales) es tratar de “cortar camino” vía contactos o actos de corrupción para lograr objetivos; algunas leyes (reglas formales) parecen estar escritas con nombre propio, es decir, para beneficiar a algún grupo que puede presionar más. O simplemente no se aplican.
En esas condiciones, aquellos que carecen de medios y conexiones con el poder de turno, casi no tienen posibilidades de lograr sus metas; no existe, casi en ninguna medida, un acceso igualitario a una buena educación, salud, etc. Para algunos se trata de una herencia que viene desde la conquista; para otros no es así. Sea como sea, el resultado es el mismo.
Las teorías de los neoinstitucionalistas explican al menos dos cosas: por un lado, la economía debe estudiarse dentro de un contexto con ciertas características, y no solo con modelos abstractos y descontextualizados. Por otro, existe una relación directa entre un mejor marco institucional y una mayor calidad de vida, como quiera que se mida. Observe usted lector a cualquier país del mundo; vea a los países más avanzados (digo países y no solo economías) y a los más atrasados y comprenderá lo que quiero decir.
No estoy diciendo que las instituciones lo sean todo; también juega la geografía y otros factores; pero, sin duda alguna, si por algo debemos comenzar es por recuperar instituciones. ¿Cómo haría usted lector para que las leyes se respeten, para creer en el Congreso, poder judicial, policía nacional, etc.? Para algunos se trata de las personas; ok, ¿qué hacemos? ¿No es verdad acaso que cada cinco años cambiamos a la mayoría de esas personas y todo sigue igual? Existe una inercia institucional que nos daña. ¿Cómo cambiarla?