Cuádruple crisis
Inicios de 2021 en el Perú. Enfrentamos una cuádruple crisis. En primer lugar, una crisis de salud pública, originada en la pandemia. Los detalles los conocemos. Desnudó un precario sistema de salud, que venía de antes o desde siempre. No estábamos a la altura. Cierto que otros países tampoco, pero tener el mayor número de contagiados por millón de habitante es la mejor muestra del grado del problema.
En segundo lugar, una crisis económica debido a las medidas tomadas para evitar el aumento en los contagios. Aislamiento fue de 107 días. El choque inicial fue a la oferta, pues las empresas, de todo tamaño, tuvieron que cerrar y por ende dejar de producir. Al dejar de hacerlo cayó el PBI y creció el desempleo (¿cómo pagar sueldos y salarios si no venden?). Luego, debido al mayor desempleo, el choque fue a la demanda. En términos simples, sin chamba, no hay ingresos para comprar y se contrae la demanda. Entonces el gobierno apareció con una serie de programas, unos mejores que otros, para enfrentar el problema.
En tercer lugar, una crisis institucional y política. Tres presidentes en un año. Inestabilidad política e incertidumbre con un congreso populista que entiende muy poco o nada de economía. Un país sin partidos políticos (en el sentido amplio de la expresión) que genera caudillos populistas que solo buscan la siguiente elección y no la siguiente generación. Ninguna posibilidad de reformas.
En cuarto lugar, una crisis moral, en la que nadie respeta a nadie. Todos son dueños de la verdad. Ninguna humildad. Nada de evidencia empírica en las propuestas. Cada uno jala agua para su molino, sin pensar en el país y en los millones de ciudadanos vulnerables. La corrupción parece ser una marca registrada en el Perú. Es el país de los vivos y sapos, quienes son aplaudidos y emulados por otros.
La pregunta es, ¿qué hacemos? En primer lugar, descartar soluciones simples. Muchos creen que es fácil, pero la combinación de las cuatro dimensiones de la crisis, combinada con problemas estructurales que vienen de atrás, configura una realidad compleja. Hay mucho por pensar.
En segundo lugar, preguntarnos, ¿es esto culpa de la estrategia económica? Muchos dicen que sí, están en su derecho. Sin embargo, para que cualquier estrategia funcione, se necesita que tanto el mercado como el Estado hagan su tarea. El primero en producir riqueza, el segundo en redistribuir los beneficios del crecimiento. Si uno falla, no hay estrategia y menos modelo.
En tercer lugar, las cifras (pueden creer o no creer), muestran que la pobreza bajó de 55% de la población en 2001 a 20.2% en 2019 y subirá en 2020. Los ingresos del 10% más pobre del Perú fueron los que más subieron en los últimos 20 años. La desigualdad, es cierto, bajó poco. La informalidad es enorme (7 de cada 10 trabajadores). Esos son datos y no opiniones. Los avances no son suficientes, pero tenemos que seguir en el mismo camino. Entiendo que es difícil discutir, porque cuando los dogmas ganan, no puede haber debate. La economía no es magia ni un acto de fe.
En cuarto lugar, ¿alguna candidata o candidato sabe enfrentar lo anterior? Les confieso que en mi caso personal tengo ideas, pero no sé cómo enfrentar el combo completo. Mucho depende de nosotros. Lo que tengo claro es que siempre cuando hay crisis, debemos mantener lo que haya funcionado y reformar lo que no. Hacer borrón y cuenta nueva nunca funcionó en ningún lado.