Crecimiento no es igual a desarrollo
Las cifras económicas se han deteriorado como consecuencia de las acciones tomadas para reducir la propagación de la pandemia. En primer lugar, la economía produjo 12.4% menos en 2020 comparado con 2019. En segundo lugar, 2020 cerró con un déficit fiscal de 8.9% del PBI, que significa que el Gobierno gastó por encima de los ingresos que recibió; en tercer lugar, y para cubrir el exceso de gasto la deuda pública creció de 26.9% del PBI en 2019 a 35% del PBI en 2020.
De ahí que exista consenso en la necesidad de reactivar la economía o dicho de otro modo, “darle la vuelta” a las cifras actuales. Tarea difícil para cualquier gobierno, pues hay que encontrar el equilibrio entre salud y economía.
La pandemia va a pasar y con ello, esperamos todos, retomaremos el crecimiento. ¿Es suficiente? Claramente no. Lo que sucede es que los resultados económicos no son un fin en sí mismo, sino un medio, que puede servir para aumentar el bienestar. Y digo “puede” porque hay muchas economías con buenos resultados económicos y mediocres resultados sociales. En términos más formales, “lo económico” es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el bienestar. Una economía puede atravesar por una fase de crecimiento, medido por los aumentos en el PBI, pero no desarrollar, es decir, aumentar la calidad de vida de la población. El crecimiento tiene una connotación material (producir más), mientras que el desarrollo está vinculado con el bienestar.
Y eso trae a colación el período comprendido entre 2003 y 2011. Se creció por un entorno económico externo favorable pero la calidad de vida no aumentó o al menos no lo hizo en la misma proporción. Sin embargo, la historia muestra que los precios de las materias primas están sujetos a ciclos, es decir, períodos de alza y caída. De ahí que no se pueda sostener el crecimiento sobre la base de un factor que depende de la economía mundial y que por ende no se controla dentro del país. Aún así, el ciclo de precios altos de las materias primas, que comenzó en 2002 permitió una tasa de crecimiento promedio anual de 5.8%, entre 2002 y 2011, la mayor en más de tres décadas. Otro factor que contribuyó con el crecimiento fue el auge crediticio iniciado en 2005, que también tenía un límite dado por la capacidad de endeudamiento de las familias. La pregunta es por qué, en ese período no se hicieron las reformas que hoy día conectarían crecimiento con calidad de vida.
Debemos retomar el crecimiento como un paso intermedio para apuntar hacia el desarrollo; el primero significa producir más, mientras que el segundo, elevar la calidad de vida. Existen dos razones por las que es necesario crecer: por un lado, si las empresas producen más, el Gobierno recauda más y por lo tanto, aumenta la capacidad de gasto del Estado; por otro y dependiendo de los sectores que lideren el crecimiento, genera empleo. Ya no podemos engañarnos: fue la caída del PBI de 2020 la que originó el aumento del desempleo.
Entonces, ¿qué ocurre?; en primer lugar, el hecho que el Estado tenga dinero como consecuencia del crecimiento, no significa que sepa cómo gastarlo; una de las grandes reformas ausentes en los primeros 20 años del siglo es la del Estado; en segundo lugar, los efectos de las políticas sociales no se ven en el corto plazo sino en el mediano y largo plazo, suponiendo que hayan estado bien diseñadas e implementadas y no alteradas por los nuevos gobiernos; en tercer lugar, existe un alto nivel de desigualdad, no solo de ingresos sino también de oportunidades y regional; este último problema es una característica histórica de América Latina. En cuarto lugar, el Estado no está garantizando un acceso a servicios básicos de calidad; educación y salud de baja calidad son centrales para sostener el crecimiento y cruciales para elevar el bienestar. En quinto lugar, la infraestructura es deficiente, en especial en la conexión entre sectores rurales y los mercados. En sexto lugar, la corrupción en instituciones básicas, como el poder Judicial. En séptimo lugar, el gran ausente es la reforma institucional.
No pretendo ser más extenso en la lista, pero ¿usted cree que así es posible desarrollar? Naturalmente que no; lo que complica más el asunto es que aún si se comenzaran a atacar los problemas mencionados, los resultados no se verían de manera inmediata. Como consecuencia, los gobiernos cuando ven cómo se reducen sus niveles de aprobación, optan por programas asistencialistas para “calmar” a la población y también por “ceder” ante las presiones de grupos organizados; quien más presiona a través de huelgas, obstrucción de carreteras y similares, tiene mayores probabilidades de ser escuchado. Democracia no es igual a desorden. Pienso que debemos entender que lo que requerimos es una estrategia de desarrollo y no solo de crecimiento. Sin un Estado que funcione, es decir, que cumpla con sus tareas básicas, no es posible extender los beneficios del mercado. El mercado necesita del Estado.