Economía y Política
Cada vez creemos menos en los políticos que nos gobiernan, no importa el color político. Hoy vemos atónitos las desavenencias entre el ejecutivo y el legislativo en medio de la pandemia. La sensación es que ven una realidad distinta de la que percibimos los ciudadanos de a pie y que son incapaces de ponerse de acuerdo con temas elementales. Una parte importante de peruanos no siente los beneficios de las hasta hace algunos años, muy buenas tasas de crecimiento económico. No observan mejoras significativas en educación, salud, seguridad, acceso a agua y desagüe, infraestructura rural, etc. Ante eso, la mayoría señala que hay que cambiar el modelo económico. Sin embargo, sin un Estado que funcione adecuadamente no existe modelo que funcione. No nos engañemos.
¿Quiénes toman las decisiones económicas y de reformas en sectores básicos como educación y salud? Pues el grupo al que llamamos la clase política, es decir, ministros, congresistas, funcionarios públicos, entre otros. ¿Por qué no toman las decisiones que la ciudadanía considera correctas? ¿Por qué no son autocríticos? ¿Por qué no explican en lenguaje simple lo que quieren hacer y cómo y en cuánto tiempo se verán los resultados? La mala política no puede coexistir con una buena economía. Existe una vinculación entre ambas.
Las estrategias económicas tienen como objetivo elevar el bienestar de todos los ciudadanos. Los resultados económicos, como el avance del PBI, la inflación, el tipo de cambio y las exportaciones, por sí solas no generan el bienestar suficiente. Si fuera así, las buenas cifras macroeconómicas de los últimos veinte años ya se habrían reflejado en la población. Faltan las reformas para que aquellas se sientan en temas concretos. La mayoría de ciudadanos no la pasa bien y no es un tema originado en la COVID-19.
Aunque es una larga discusión, ¿es el modelo económico? Habría que preguntarnos algo antes, ¿existe un modelo en el Perú? ¿Puede cualquier modelo funcionar si el Estado no lo hace? La respuesta es no, pues se necesita del mercado y del Estado, de ambos. En cualquier caso, las estrategias económicas se aplican en un entorno político determinado, no en el aire.
La democracia es el gobierno del pueblo, pero como todos no pueden gobernar, los ciudadanos eligen a algunos de ellos para que los representen, tanto en el poder ejecutivo como en el congreso. Muchas veces ocurre que la clase política olvida dos cosas: por un lado, que representa a todos, por lo que no puede decidir lo que se le antoje; por otro, cuando cualquier persona paga impuestos, financia los ingresos de los representantes. Los congresistas o representantes son los intermediarios entre la población y quienes deciden. Este escenario ideal funciona mejor cuando existen partidos políticos sólidos, de alcance nacional que canalicen las demandas de los ciudadanos, algo inexistente en el caso peruano. El problema es que cuando no funciona, se abre el camino a regímenes autoritarios y/o populistas. Basta ver nuestra propia historia.
Mientras no se hagan reformas institucionales, no hay forma en que mejoren la educación, la salud, el acceso igualitario a servicios básicos, etc. Esto depende del Estado. Hacer reformas e implementarlas es su tarea.
Entiendo que el ejecutivo está concentrado en la lucha contra el virus. ¿Por qué, entonces, no se avanzan las reformas en el congreso? Es sabido que un país que no invierte bien en su capital humano, no tiene posibilidades de sostener el crecimiento futuro. La turbulencia política hace crecer todavía más la incertidumbre, como si no fuera suficiente con la pandemia. La sensación de caos genera que se posterguen inversiones nacionales y extranjeras; es muy complejo tener una buena economía con una mala política, pues no es sostenible la primera sin la segunda. La política no está divorciada de la economía, hay que tenerlo claro.