Reflexiones en tiempos difíciles
Pasamos por tiempos difíciles. Todos creemos tener la razón en lo que debería hacerse, los niveles de tolerancia se han reducido a niveles muy bajos y la agresividad es la marca registrada del país. Si usted es usuario de cualquier red social o manifiesta una opinión sobre lo que sea, me dará la razón. Estamos frustrados. La sensación es que nada funciona y la desesperación se multiplica por todos lados. Tanto es así, que ya no sabemos a quien culpar.
El número de contagiados por el COVID-19 aumenta a pesar de ser el país con mayor número de días de aislamiento social. El desempleo también sigue la tendencia de los contagios. Parece que seremos el país de América Latina con mayor caída del PBI este año. El sistema de salud está
colapsado. Algo estamos haciendo mal. En el mes de abril, la ciudad de Guayaquil era un caos de semejante nivel, que los fallecidos se contaban por cientos en las calles. Sin embargo, en la última semana el promedio de fallecidos por día fue solo uno. Medellín también avanza. Nueva Zelanda se declara libre de coronavirus. Europa abre su economía. ¿Qué nos hace diferentes? No tengo la respuesta, pero encontrar culpables es un deporte nacional. No soy experto en epidemiología y no me atrevo a opinar sobre temas que no conozco. Lo que sí se, luego de leer las experiencias de Guayaquil y Medellín es que existe más colaboración entre el estado y el sector privado. Todos suman. Aquí no. Dicho de otro modo, si el sector privado es mejor distribuyendo las
canastas alimenticias, pues entonces se encarga de hacerlo. Si es mejor importando medicamentos, adelante. De esta manera, se libera al estado de ciertas tareas, por lo que puede dedicarse a otras con mayor atención. En nuestro país, los ciudadanos parecen tener dos opciones: o satanizas al
estado, diciendo que es el culpable de todos los males o al privado, llamándolo rico y avaricioso. ¿No será que ese no es el camino? ¿No será que requerimos de ambos? Si es así, entonces qué les parece si nos ponemos a trabajar. Bajo el liderazgo del presidente del país, veamos cuáles son las tareas inmediatas y que las haga quien está mejor equipado para hacerlo. Dejemos las ideologías para otro momento. Dejemos de pensar en el aplauso del público y en el corto plazo. Dejemos de querer figurar. Ya se que muchos me dirán, pero falta liderazgo y presidente no lo tiene. A lo mejor es cierto, pero entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos seguimos quejando? ¿Podemos cambiar algo en estas semanas que son cruciales para contener la propagación y reactivar la economía al mismo tiempo?
El Estado solo no va a poder; pero el sector privado tampoco. ¿Por qué no se dividen las tareas entre ambos y se olvidan de la foto? ¿por qué el congreso deja de plantear la situación como una división entre malos y buenos? ¿Qué ganan? La economía no es un juego de suma cero y cualquier gasto en lo que sea tiene que estar financiado, es decir, alguien paga.
Dejemos de jugar al sabelotodo. No sirve y no conduce a nada.