Crecimiento y bienestar: algunas precisiones post COVID-19
Los analistas ante el freno económico refieren que la salida es que retomemos el crecimiento económico. Es correcto. El argumento es que con ello se eleva el bienestar o calidad de vida de la población. No es tan preciso, pues depende de otros factores. El objetivo de este post es presentar algunas precisiones conceptuales.
En primer lugar, ¿Qué es el Producto Bruto interno (PBI)? Es un indicador que mide cuánto produce una economía. En términos más elaborados, es el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos en una economía durante un período de tiempo.[1] El aumento del PBI de un período a otro se denomina crecimiento económico; la caída, se llama recesión. La economía peruana viene creciendo, a juzgar por los datos anuales, desde 2002, siendo 2009 el año de menor crecimiento; desde 2010 es clara la tendencia hacia la desaceleración, es decir, crece, pero a tasas cada vez menores. Recién en 2020 se espera una recesión.
En segundo lugar, la evolución del PBI se mide a través de la comparación de igual período del año anterior. En marzo de 2020 el PBI disminuyó 16.6%, lo que significa que la economía redujo su producción 16.6% comparada con marzo de 2019.
En tercer lugar, el crecimiento económico solo significa que se produce más. De ahí que sea solo un medio y no un fin en sí mismo. El fin de cualquier estrategia es el aumento del bienestar de los habitantes de un país, es decir, el desarrollo humano. Crecer es producir más, desarrollar es mejorar la calidad de vida. Un país puede crecer pero no desarrollar.
En cuarto lugar, el PBI no es un indicador de bienestar por una serie de razones, aunque sí puede estar conectado con el bienestar. Por ejemplo, en la medida que el PBI mide cuánto se produce, incluye la producción de cosas negativas (males) para el ser humano y para el medio ambiente; por ejemplo, producir más drogas o productos hechos por industrias contaminantes; ambos aumentan el PBI, pues se produce más. En términos más simples, el PBI mide cuánto se produce, no cómo se produce ni qué efectos tiene, ni tampoco quién lo produce. De ahí que no se puedan equiparar crecimiento con bienestar.
En quinto lugar, ¿Cómo se conecta el crecimiento con las mejoras en el bienestar? En general a través de dos canales. El primer canal señala que si se produce más, siempre aumenta el empleo. El mayor empleo lleva a mayor ingreso y por ende a mayor demanda por bienes y servicios que elevan el bienestar; pero, ¿es así? No necesariamente; por un lado, el avance tecnológico está originando que la mayor producción se logre con un uso más intensivo de máquinas y tecnología, pero no de personas; el resultado es que aumenta el PBI, pero no el empleo. Por otro lado, si los niveles de educación y salud son de baja calidad, no todas las personas son “empleables”. Quieren trabajar, pero no tienen las competencias educativas ni el estado de salud para acceder al empleo, es decir, no están preparadas para tomar los empleos. De ahí que las reformas en los sectores de educación y salud sean fundamentales para tener un capital humano que pueda sostener el crecimiento futuro.
El segundo canal es el siguiente: como el crecimiento significa producir más, entonces lleva a un aumento de la recaudación tributaria y por ende de la capacidad de gasto del gobierno. ¿Qué ocurre si el gobierno no sabe cómo gastar los recursos que le “entrega” el crecimiento económico? En ese caso de nada serviría que el gobierno tenga más recursos si no sabe cómo usarlos para elevar el bienestar.
Las dos razones descritas explican por qué hay muchas economías con excelentes resultados económicos, pero pobres resultados sociales; lo que pasa es que los “conectores” no funcionan.
En sexto lugar, se suele usar el PBI por habitante como un indicador alternativo, que mide cuántos bienes y/o servicios podría comprar una persona en un año si los ingresos se dividieran en partes iguales. El uso del PBI por habitante tampoco es un indicador de bienestar pues no es verdad que el ingreso de un país se divida en partes iguales. La distribución del ingreso importa. Cuánto más desigual sean los ingresos en una economía, menor impacto del crecimiento económico sobre el bienestar.
La moraleja es la siguiente: El PBI es un indicador del aumento o reducción de la producción dentro de un país, pero no de bienestar; para medir este último se necesitan otros indicadores, la tasa de pobreza (medida por diversos métodos), la tasa de mortalidad infantil, la proporción de hogares con acceso a agua potable y desagüe, la desigualdad de ingresos, el acceso a una educación de calidad, etc. No confundamos pues, los resultados económicos, uno de los cuales es el PBI, con los sociales, que son los que realmente le importan a las personas. El crecimiento económico es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el bienestar. Y eso marca la agenda post covid 19. No solo crecer.
[1] Para fines del presente post no hago la distinción entre PBI nominal y real; entiéndase que hago referencia al PBI real. Los temas del cambio del año base han sido tratados en un post anterior.