Externalidades y COVID-19
Todos estamos claros en que debemos quedarnos en casa, pero no todos cumplen con la norma. Como podemos no mostrar síntomas pero tener el virus, si salimos podemos hacer daño a un tercero que no está relacionado con nosotros. De ahí es aislamiento social. Veamos.
Una externalidad aparece cuando una persona (natural o jurídica) realiza una actividad que hace un daño a un tercero, quien no es compensado por el daño. En el caso del COVID-19 el impacto es negativo (el tercero se contagia), por lo que la externalidad es negativa; el costo puede ser la muerte de la otra persona. Pensemos ahora en el ruido y el motor defectuoso de un vehículo. A través del tubo de escape arroja un humo que es respirado por terceros, que nada tienen que ver entre el carro y su dueño. Nadie los compensa por el problema generado por el aire que tienen que respirar y si no existe una normativa adecuada seguirá existiendo ruido y contaminación a través de los gases producidos por los vehículos. Otro ejemplo: una mina opera en cierto lugar y los desechos tóxicos, producto de su proceso productivo, son arrojados a un río y contaminan el agua que algunos kilómetros más allá, sirven a un grupo de agricultores para regar sus sembríos. En este caso, los agricultores reciben el daño sin que ellos participen de la producción de la mina.
En los dos casos mencionados, se trata de externalidades negativas a la producción, pero también existen al consumo, como por ejemplo, el daño que le produce a un tercero el hecho que una persona fume y el tercero se vea obligado a aspirar un humo que atenta contra su salud. Lo mismo es válido cuando un perro ladra durante la noche o cuando suena la alarma de un automóvil y se afecta a terceros en el sentido que afectan la paz y tranquilidad.
En el caso de los ejemplos todas son negativas, pero también las hay positivas, como los efectos positivos sobre toda la población de una campaña de vacunación masiva. Como para el COVID-19 todavía no existe una vacuna, la única opción es el aislamiento social. De esta manera, la externalidad es una falla del mercado, pues el problema de fondo es que quien toma una decisión no considera los efectos externos de su comportamiento.
Ante ello, el Estado interviene para “corregir” al mercado e intenta influir sobre su comportamiento para proteger los intereses del afectado. Es la llamada “solución pública”. [1] En el caso de la mina, los gobiernos pueden poner un impuesto por tonelada producida de modo de reducir la producción o regular. Así, mediante la regulación se puede hacer que ciertos comportamientos sean obligatorios o prohibitivos. En el caso del coronavirus castiga a aquellos que salen durante la prohibición. Desde luego que las opciones se piensan en función de los afectados, pero el asunto no es tan simple como parece, pues existen distintas opciones y cada una de ellas tendrá costos y beneficios.
Un elemento crucial en la solución de una externalidad es la credibilidad de los actores involucrados, en particular del gobierno. Si nadie cree en el otro, no hay solución posible, pues resulta imposible su implementación. No debemos olvidar que la confianza y el orden son los pilares de una sociedad.
[1] También existe la “solución privada” que consiste en que las partes se pongan de acuerdo en la solución al problema, pero esa opción, ante e COVID-19 no parece ser una opción.