Turbulencia política en América Latina, ¿por qué?
América Latina atraviesa por un período de turbulencia política. En Chile, bastó un aumento en la tarifa del servicio de metro, para que se desatara una indignación social que ya lleva más de veinte días ininterrumpidos de protestas, manifestaciones y destrucción de la propiedad pública y privada. Despertó Chile, dicen algunos y ahora Piñera anunció que se cambiará la Constitución. En Bolivia, Evo Morales se vio obligado a renunciar, luego que la OEA recontara los votos del último proceso electoral e insinuara que hubo fraude. Las fuerzas armadas y la policía le quitaron el apoyo y tuvo que dejar el poder. En Ecuador, las protestas obligaron a declarar el estado de excepción. En Brasil, las movilizaciones y huelgas contra el gobierno de Jair Bolsonaro son una gran fuente de inestabilidad. Podemos seguir con varios países de América Central así como el caso extremo de Venezuela, pero como muestra ya es suficiente.
¿Qué ha ocurrido? ¿Es acaso que la población se ha vuelto más sensible ante cambios, a veces pequeños, que ocurren como detonantes? Note, estimado lector que se trata de gobiernos de derecha y de izquierda, por lo menos desde el punto de vista económico. Por lo tanto, a pesar de lo que muchos dicen, no parece ser el modelo económico, si por este se entiende una postura intervencionista o de libre mercado.
Existen varias interpretaciones. La más consensuada es que no existe igualdad de acceso a servicios básicos de calidad; esta hipótesis puede llevar a pensar que antes eran buenos y ahora no lo son; pero este no es el caso. Una marca registrada de la región es justamente la desigualdad no solo de ingresos, sino también de educación, salud, agua y desagüe de calidad para todos. Entonces cabe la pregunta, ¿por qué ahora?
Otra forma de verlo es que la democracia representativa, como sistema político está en crisis. La población no solo no se siente representada por los políticos, sino que los niveles de corrupción de la mayoría de ellos, ha llegado a niveles inmanejables. Esta sería la hipótesis de una protesta contra la corrupción. Sin embargo, cuando vemos los carteles que aparecen en las movilizaciones, la corrupción es uno de muchos pedidos.
Aunque no soy dueño de la verdad y esta es solo una modesta interpretación (como de costumbre, hoy todos parecen tener la razón exacta del problema; no comparto esa opinión), me parece que tiene que ver con el funcionamiento del Estado, tanto a nivel de entrega de los servicios básicos como en términos de representación política. Y eso no depende del modelo económico. Para que cualquiera funcione (desde Brasil de Bolsonaro hasta Venezuela de Maduro), se necesita que el estado cumpla con sus funciones. Cambiar el modelo económico, sin reformar al estado ni mejorar la representación política simplemente no será solución.
Lo que nos falta a todos es detenernos a pensar un poco más, dejar las ideologías de lado y ver qué funciona y qué no. No caigamos en el facilismo, pues al final el remedio puede ser peor que la enfermedad.