De la desigualdad al crecimiento
Los hechos ocurridos en Ecuador y Chile han generado cierto consenso en cuando a que la alta desigualdad en la distribución de ingresos está en el origen del descontento social. Nótese que no es la pobreza, que en Chile es menor de 10%, sino la desigualdad. Muchos tienen poco y pocos tienen mucho. La extrema desigualdad, comparada con otros países explica en gran parte otros problemas sociales. Veamos.
La mayoría de estudios se concentran en explicar los efectos que el crecimiento económico tiene sobre la desigualdad; menos, en invertir la causalidad: ¿no será que la alta desigualdad impide un crecimiento mayor? América Latina es la región más desigual del mundo. No la más pobre, pero si la más desigual. La diferencia entre los que más ganan y los que menos ganan es mayor en la región que en el resto de zonas del mundo. Y eso es un problema.
En primer lugar, una distribución muy desigual de los ingresos genera una demanda interna muy baja y por ende afecta al crecimiento económico. Si la mayoría tiene bajos ingresos, es natural pensar que serán pocos los que pueden sostener la demanda dentro de la economía.
En segundo lugar y en términos políticos, la mayoría de votantes estarán concentrados en los segmentos socioeconómicos de menores ingresos. En esos contextos la posibilidad de un líder populista que pretenda refundar al país, eliminando todo lo hecho antes, es alta. La élite gobernante tiene que ser muy sensible a los excluidos, de lo contrario las revueltas sociales serán pan de todos los días.
En tercer lugar, a mayor desigualdad en la distribución de ingresos, mayor inestabilidad. La búsqueda de cambios radicales, nuevas constituciones se convierte en pan de todos los días, pues los grupos de menores ingresos no encuentran otra salida, dado que no tiene cómo expresar sus demandas. La tensión social caracteriza a sociedades con distribuciones muy desiguales de ingresos.
En cuarto lugar, la desigual distribución genera una presión por mayores gastos de los gobiernos para cubrir las necesidades de los amplios grupos de bajos ingresos. Y ello conduce a crecientes déficit fiscales y por ende endeudamiento externo.
Note, estimado lector, que estas cuatro razones se concentran en la distribución solo del ingreso. Sin embargo y más allá de los problemas de medición, existe consenso en que ha disminuido en la región en los últimos años, pero no lo suficiente para siquiera acercarse al resto del mundo. La clave está en estudiar otras desigualdades, como aquella del acceso a servicios básicos de calidad, tema que debería estar en el top de la agenda de la región. No solo ingresos, sino educación y salud de calidad, por colocar dos ejemplos. Tampoco se ha tocado el problema de cuál sería una distribución justa; pero aun así, queda claro que las buenas cifras macroeconómicas no son suficiente.