Economía y política desconectada de la población
No solo la economía se encuentra creciendo lento, sino que además la población no se siente representada por sus autoridades. La economía no funciona en un vacío y si no existe un mínimo de tranquilidad social y política, no es posible avanzar. ¿Por qué las cosas no funcionan en el Perú como quisiéramos? ¿Por qué la economía y nuestras autoridades no conectan con la población?
La población necesita soluciones concretas a sus problemas del día a día. Están bien los programas de largo plazo, como la necesidad de formalizar la economía, así como la reforma política. Sin embargo, por qué no nos preguntamos, ¿qué dificultades relacionadas con nuestro bienestar quisiéramos solucionar? ¿Por qué no podemos aterrizar la economía a la realidad? Podemos discrepar en la lista de problemas que tenemos, pero sin duda alguna estarían la inseguridad y la delincuencia, el tráfico, los bajos niveles de acceso a los servicios básicos, como agua y desagüe y la energía eléctrica, la corrupción y un poder judicial incapaz de funcionar, entre otros. También la mayoría de los peruanos quiere educación y salud básica adecuada. Y para eso elijen a sus autoridades.
Desde hace muchas décadas diversos candidatos acceden a la presidencia y al margen del color político, no cumplen o lo hacen muy por debajo de lo esperado por la población. Entiendo que muchos podrán pensar que estoy proponiendo líderes populistas que ya nos llevaron al fracaso. La respuesta es un rotundo no. Sin descuidar los equilibrios macroeconómicos, necesitamos como sociedad conectar y plantear soluciones a los problemas que los ciudadanos enfrentan todos los días. Otros podrán preguntar, ¿y por qué el estado tendría que hacerlo? Pues porque no existe igualdad de oportunidades en el punto de partida. ¿Alguien será capaz de decir que existe igualdad en el acceso de todos los ciudadanos? ¿Tiene igual oportunidad un estudiante de un colegio público con uno proveniente de uno privado? Aquí el gran responsable es el estado.
Por lo tanto, las respuestas hay que encontrarlas en las deficiencias del Estado, a pesar que se pueda demostrar que ha habido ciertos avances, que nadie duda. El objetivo del estado es contribuir a elevar al máximo el bienestar social de todos los ciudadanos. Y ello, me parece, que nunca se ha cumplido.
El resultado es la desesperanza de la población, que no encuentra los medios, ni las personas que conduzcan al país hacia un mejor lugar para vivir. Cuando eso se repite con frecuencia, como en el caso peruano, entonces la confianza baja al mínimo y sin ella es imposible que una sociedad progrese. Más aún, cuando todos creemos tener la razón y nadie está dispuesto a ceder en su punto de vista.
La primera llave de salida es el reconocimiento que nadie es dueño de la verdad. Eso tiene que terminar. Todos podemos aportar. Una cosa es tener puntos de vista distintos; otra muy diferente, querer imponerlos al resto. Hemos perdido la tolerancia, base de la democracia. La segunda llave es que el gobierno sintonice con la población. Si la población elije a una persona como presidente o alcalde, pues el elegido se debe a sus electores y no al revés.
La tercera llave pasa por tener claro que la corrupción no depende del modelo económico ni es de izquierda ni de derecha. No nos engañemos. Es un tema de personas. Por lo tanto, la solución parte de todos, de cada uno de nosotros.
¿Por qué estas reflexiones? Porque la historia es contundente al respecto: estos escenarios son conducentes solo a posturas radicales, en las que el remedio es peor que la enfermedad.