Crisis de la democracia representativa
A pesar de no ser mi especialidad, me atrevo a escribir algo de política. Lo hago porque la economía no funciona al margen de ella. En los últimos quinquenios y en el ámbito mundial se viene desarrollando una crisis de la democracia representativa. Las razones son varias. En primer lugar y la más obvia, la mayoría de la población no se siente representada por las autoridades políticas electas. En segundo lugar, los gobiernos no logran tener mayor éxito en las mejorías en la educación y salud públicas, seguridad ciudadana, etc. En tercer lugar los diversos escándalos de corrupción complican aún más el panorama. Por eso, el apoyo a la democracia ha disminuido.
Además, la crisis de 2008 generó altos niveles de desempleo y por ende protestas a gran escala, en especial en las democracias de las economías avanzadas. Entonces la respuesta fue y es la búsqueda de un líder carismático y fuerte que sobrepase esas instituciones y que gobierne directamente en función de lo que el pueblo desea. De ahí que distintos estudiosos del tema señalen que estamos ante un momento populista en casi todo el mundo.
La democracia es el gobierno del pueblo; pero, como no todo el pueblo puede gobernar al mismo tiempo, se eligen a sus representantes, quienes se convierten en el presidente y los congresistas. El problema es que parece que se ha ido perdiendo la conexión entre los ciudadanos y sus representantes. Por eso la democracia representativa está en crisis y mientras ello no pase, la turbulencia política continuará.
No me siento capaz de brindar una solución; a lo mejor va por los mecanismos de elección. Cerrar el congreso para elegir nuevos congresistas no soluciona el problema de fondo. El sistema como tal está en crisis. Europa es testigo de la aparición de líderes populistas que hacen campaña en contra de las instituciones políticas de la democracia representativa. Orbán en Hungría, Trump en los Estados Unidos y muchos más configuran un panorama poco alentador. El populismo, sobre el cual se ha escrito mucho, no es la respuesta. Ni pensar en una dictadura.
Es momento de reflexionar sobre cómo mejorar nuestra democracia representativa, pues aún existen países en la que funciona bastante bien, como en los nórdicos. Creo que debemos apuntar a que el sistema sea eficiente y legítimo. La credibilidad es clave. Eficiente en el sentido de cumplir con sus funciones. Legítimo desde la perspectiva de unos ciudadanos que crean en sus representantes y por ende en el sistema.
Mientras tanto, los presidentes seguirán gobernando buscando la aprobación de la población con medidas que recojan lo que las redes o cualquier otro mecanismo parecido señala. El problema es que eso no siempre es lo mejor para los mismos beneficiarios.