Crecimiento económico, fútbol e instituciones
La economía peruana comienza a crecer; en los dos últimos meses lo ha hecho en 7.81 % y 6.43 % respectivamente. La inflación está bajo control y las exportaciones están aumentando. Sin embargo, el ciudadano de a pie no percibe esos números, pues no observa mejoras en campos tan sensibles como la calidad de la educación y la salud, seguridad ciudadana y agua potable y desagüe, entre otras necesidades elementales. ¿Qué es lo que viene ocurriendo, quizás hace muchos años?
Pues que las buenas cifras económicas sin una reforma institucional no impactan sobre la población, ni tampoco significan que la economía esté bien. Crecer sin un desarrollo institucional no lleva a nada; ¿Y qué son las instituciones? Son las reglas de juego dentro de las cuales las personas interactuamos unas con otras, algunas formales como las leyes y otras informales, como las costumbres. Las primeras casi no se cumplen y las segundas no parecen conducentes al respeto ni tolerancia por el semejante.
Para ver su importancia pensemos en un partido de fútbol. Existen reglas que todos los aficionados conocen. Imagine usted que acude a un partido. De pronto al árbitro se le ocurre decir que de ese momento en adelante ya no existe la posición adelantada. ¿En qué quedaría todo el entrenamiento y la planificación realizada? En nada. La siguiente fecha no el equipo querrá participar ni usted querría ir al estadio. O piense que los miembros de un equipo sobornan al árbitro para que este determine un penal donde no existió; o piense que se compra a ciertos jugadores claves del equipo rival para que se dejen hacer goles. ¿Puede prosperar un campeonato de esa manera? Por supuesto que no. Y bajo esas circunstancias el público tampoco acudiría.
Algo similar ocurre con la economía peruana. No existen reglas que sean respetadas y cumplidas por TODOS. La corrupción es el pan de cada día y destruye nuestro futuro. En esas condiciones es difícil pensar que el dinero que recibe el gobierno, fruto del crecimiento económico sin inflación, sea usado de una manera que conduzca a elevar el bienestar social. Aunque los estimados varían, las pérdidas por desvío de recursos debido a la corrupción ascienden a cifras que fluctúan entre 2000 y 5000 millones de dólares. Imagínese, estimado lector, si ese dinero se invirtiera por personas honestas en salud, educación y un largo etcétera.
Volvamos al fútbol. El árbitro que cambió las reglas de juego a mitad de partido debe ser suspendido de por vida y si es posible juzgado. Pero, ¿quién nombró al árbitro y con qué criterio? Ahí entran los entes decisores que están por encima de los equipos y del árbitro, quienes también tendrían responsabilidad en el ejemplo, pues son ellos los encargados de los nombramientos.
Ahora volvamos a la economía. ¿Quiénes nombran a los jueces? Si vemos que algunos de ellos cometen horrores (y no errores), a quiénes hay que castigar o por lo menos apartar son a quienes los nombraron. Supongamos que eso hacemos. ¿Arregla el problema? Solo por el momento, pues mientras se mantengan las mismas reglas, el mismo camino se va a repetir. Pensemos en el desarrollo institucional como la clave para avanzar, pues la verdad es que no sabemos cómo hacerlo.