Proyecciones económicas 2018
Hace dos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó sus proyecciones para 2018-19. América Latina crecería solo 1.3% en 2018. Con esa cifra, el promedio anual de crecimiento para el quinquenio 2013-18 apenas sería de 1.2%. En el caso del Perú, se proyecta un crecimiento de 3.7% para 2018, de modo que el promedio anual 2013-18 ascendería a 3.6%, largamente por encima del promedio regional y exactamente igual al promedio anual del crecimiento económico mundial durante el mismo período.
No son malos los números. El problema está en que se reflejen en la población. Si revisamos cifras peruanas, nos encontramos con lo siguiente. El consumo privado, que explica más del 75% de la demanda interna solo creció 2.5% en 2017. En los años previos lo hizo a ritmos por encima de 3.5%. La inversión privada viene cayendo desde 2014. Solo aumentan las exportaciones, que no dependen de nosotros sino de la recuperación económica mundial a la que se refiere el FMI en su reciente reporte.
Nuestro país pasa por diversos problemas apremiantes. En el campo económico, el ministro de economía anunció que la tarea era reactivar, esto es, que el PBI vuelva a crecer 4% o más cada año. Para que eso ocurra es imperativo que el consumo privado crezca y esto solo puede ocurrir si aumenta el empleo, el que a su vez crece si la inversión privada aumenta. Veámoslo de esta manera: más inversión lleva a mayor empleo, ingreso y consumo.
Por ello la pregunta se reduce a cómo elevar la inversión. Y aunque suene repetitivo, para lograrlo se necesita creer en que la inversión dará resultados. Imagine usted, estimado lector, que desea invertir en un negocio. Para ello se va a endeudar con el banco y pondrá algún bien suyo en garantía. Se está arriesgando. Y espera ganar, pero puede perder. Lo que debe reducirse no es el riesgo de perder, pues esto último es una posibilidad que tiene un inversionista en cualquier contexto. El riesgo a minimizar es aquel relacionado con el entorno político e institucional. Esa es tarea del gobierno: crear las condiciones para que la inversión fluya.
El otro gran problema es el fiscal. Definir una trayectoria de reducción del déficit fiscal es fundamental para no dejarle una pesada herencia al gobierno que venga en 2021. Los gastos públicos superan a los ingresos públicos. La diferencia de llama déficit y se cubre con deuda. El MEF tratará de bajar el exceso de gastos superfluos, como aquel en consultorías y otros gastos. Al mismo tiempo buscará elevar los ingresos tributarios, hoy en su nivel más bajo de los últimos veinte años.
La pregunta es la siguiente: ¿Cómo bajamos el déficit fiscal, objetivo que supone reducir el gasto público y al mismo tiempo elevamos la inversión pública? Aunque parezca la cuadratura del círculo es posible compatibilizar ambos, pues el gasto a reducir no es el de capital (inversión pública), sino el corriente. Tarea nada simple pero necesaria.
¿Dónde nos deja todo esto? En dos tareas prioritarias: por un lado, facilitar el aumento de la inversión privada y el simultáneo bajar el déficit fiscal. Además, intentar elevar la inversión pública, que a pesar que solo representa el 20% de la inversión total, siempre complementa a la privada.
¿Y las reformas que sostienen el crecimiento en el largo plazo? Difíciles por el momento, debido a se trata de un gobierno de tres años. Veremos qué pasa.