¿Qué tan felices somos los peruanos?
La ONU presentó el Reporte de la Felicidad 2018, en el que se analiza a 155 países del mundo y se ordenan de los más a los menos felices. Los cuatro primeros puestos los tienen países nórdicos: Finlandia, Noruega, Dinamarca e Islandia. Entre los países de América Latina, el mejor ubicado es Costa Rica en la ubicación 13, seguido por Chile (25), Panamá (27), Brasil (28), Argentina (29), Guatemala (30), Uruguay (31), Colombia (37), El Salvador (40), Nicaragua (41), Ecuador (48), Bolivia (62), Paraguay (64) y Perú (65). El latinoamericano peor ubicado es Venezuela (102). De los veinte países de América Latina (19 si no contamos a Haití), Perú se ubica en la posición 14.
¿Cuál es la idea? La felicidad es más que tener un ingreso y se da la paradoja que no necesariamente a mayor ingreso, las personas son más felices. De ahí que la única forma de medirlo es encuestando a las propias personas y a ello agregarle algunas medidas objetivas. El informe calcula un índice que recoge variables como ingresos, esperanza de vida saludable, apoyo social, libertad, confianza, generosidad y ausencia de corrupción. Se trata, en cierto modo, del bienestar psicológico, es decir, se busca averiguar cómo se siente la persona dentro de su entorno.
No hay duda que la sociedad peruana está deprimida, más allá de los números macroeconómicos, que pueden ser, según se les juzgue, buenos o malos. Los altos niveles de corrupción, la baja calidad de la educación y la salud, la desigualdad en el acceso a oportunidades y la pérdida de confianza en nuestros líderes, destacan como los factores que explican el puesto 14 de 19. Noten, estimados lectores, que si hiciéramos un ordenamiento por el PIB por habitante estaríamos mucho mejor ubicados.
Lo que no se entiende es que los resultados económicos son solo un medio para lograr aumentos en el bienestar; el fin de cualquier estrategia económica es elevar la calidad de vida de todos los ciudadanos de un país. Por eso, existen países con buenos indicadores económicos pero bajo nivel de vida. Fijarnos más en lo que nos hace feliz a las personas sería un buen punto de partida, pero parece que nuestra clase política está en otra dimensión. Esta desconexión hace mucho daño, al margen de la postura política de cada uno.
También es cierto que nosotros debemos hacer nuestra parte. Respetar a los demás, ceder el paso, no querer imponerse por la fuerza, tratar de ponerse
en la posición del otro cada vez que hacemos algo, es parte de nuestra tarea. Lo que debemos darnos cuenta es que si todos nos comportáramos con esas simples reglas, todos seríamos más felices y sin duda, eso se reflejaría en el ranking global de la felicidad. Mientras tanto, estamos lejos y todos somos responsables.