¿Qué relación existe entre la inversión privada y 2021?
La inversión privada es el motor de la economía. El inversionista arriesga capital, suyo o prestado del sistema financiero, esperando ganar. Se la juega, pues en muchos casos pone como garantía algún bien suyo. Al comienzo asume costos que luego de un tiempo recupera y recién aparecen los beneficios. Es el ciclo típico de un proyecto. Aunque depende del giro del negocio, se espera que a partir del tercer año, recién comience a tener ganancias. Si invierte hoy, sus ganancias aparecerán a partir de 2020, un año antes de la siguiente elección presidencial y dos años después de las elecciones regionales y municipales.
¿Qué nos dicen los datos hasta ahora? Que la inversión privada lleva más de doce trimestres de caída. Y eso explica el lento crecimiento. En medio del actual destape de la corrupción, el primer indicador que sufre una caída es la credibilidad o confianza en el futuro. Para el inversionista, el resultado de las elecciones presidenciales de 2021 es clave. El problema es que en las condiciones actuales, toda la clase política está cuestionada. ¿Quién queda como reserva moral para tentar el 2021 y proporcionarle al inversionista la seguridad que no habrá cambios en reglas de juego, pero por sobre todas las cosas, que la honestidad será la base? No se trata solo del gran inversionista, sino en especial del pequeño y mediano, que son los que más empleo generan.
El peor daño que se le puede hacer a una economía es la incertidumbre y la pérdida de confianza. Ninguna economía del mundo funciona si no existe un mínimo de confianza entre sus miembros y algún grado de certeza en el futuro. Pensemos. ¿Alguno de los amables lectores “pondría de la suya” o se endeudaría colocando como garantía algún bien suyo, para invertir en un negocio? Necesitaría tener, al menos una idea aproximada, que en 2021 las reglas de juego no cambiarán.
Cuando hay baja credibilidad, “cualquier cosa puede pasar”. Y ese es el peor escenario para la recuperación de la inversión privada. No se trata del “modelo”, pues la corrupción no es un tema de derecha o de izquierda, como quiera que las definamos. Tampoco lo es de técnicos versus políticos. Es un problema de personas.
Señalar que tiene la corrupción tiene que ver con la estrategia de libre mercado es un enorme error, no porque no pueda surgir en la mencionada estrategia, sino que puede surgir con cualquier otra. Parece que hay políticos que buscan hacer esa conexión para “jalar agua hacia sus molinos” en una coyuntura en la que debemos ser más claros que nunca en el tema.
Perú y varios países de la región pasan por un período de “emergencia moral” ¿Por qué los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega) tienen los menores niveles de corrupción del mundo? Pregunto, ¿no sería interesante estudiar las razones del éxito nórdico en ese aspecto? ¿Qué hicieron y cómo? ¿Por qué no somos capaces de aprender de los buenos ejemplos?