Crecer no es igual a desarrollar
Las cifras económicas se han deteriorado en los últimos años. En primer lugar, la economía se está desacelerando, lo que significa que cada vez crece menos; en los últimos meses, la entrada en producción de algunos proyectos mineros ha impedido que la cifra sea peor; en segundo lugar, si bien es cierto la inflación se encuentra controlada, está fuera de la meta del BCR, es decir, se ubica por encima de 3% anual. En tercer lugar, existe un déficit fiscal, que significa que el gobierno gasta por encima de los ingresos que recibe, en cuarto lugar existe una brecha externa, pues exportamos menos de lo que importamos.
De ahí que exista consenso en la necesidad de reactivar la economía o dicho de otro modo, “darle la vuelta” a las cifras actuales. Tarea difícil para el nuevo gobierno, pues el entorno externo no es favorable.
Imaginemos que se arreglan las cifras económicas. ¿Es suficiente? Claramente no. Lo que sucede es que los resultados económicos no son un fin en sí mismo, sino un medio, que puede servir para aumentar el bienestar. Y digo “puede” porque hay muchas economías con buenos resultados económicos y mediocres resultados sociales. En términos más formales, “lo económico” es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el bienestar. Una economía puede atravesar por una fase de crecimiento, medido por los aumentos en el PBI, pero no desarrollar, es decir, aumentar la calidad de vida de la población. El crecimiento tiene una connotación material (producir más), mientras que el desarrollo está vinculado con el bienestar.
En paralelo debemos tener presente que gran parte del crecimiento económico ocurrido entre 2002 y 2011 se debió a condiciones externas favorables, reflejadas en altos precios de las materias primas. Sin embargo, la historia muestra que los precios de las materias primas están sujetos a ciclos, es decir, períodos de alza y caída. De ahí que no se pueda sostener el crecimiento sobre la base de un factor que depende de la economía mundial y que por ende no se controla dentro del país. Aún así, el ciclo de precios altos de las materias primas, que comenzó en 2002 permitió una tasa de crecimiento promedio anual de 5.8%, entre 2002 y 2011, la mayor en más de tres décadas. Otro factor que contribuyó con el crecimiento fue el auge crediticio iniciado en 2005, que también tenía un límite dado por la capacidad de endeudamiento de las familias
¿Por qué los analistas insisten en que hay que crecer más? Existen dos razones: por un lado, si las empresas producen más, el gobierno recauda más y por lo tanto, aumenta la capacidad de gasto del Estado; por otro y dependiendo de los sectores que lideren el crecimiento, genera empleo, aunque aquí cabe la siguiente pregunta: dado el nivel educativo del Perú, ¿ existe una fuerza de trabajo “empleable” a sueldos y salarios crecientes?
Entonces, ¿qué ocurre?; en primer lugar, el hecho que el Estado tenga dinero como consecuencia del crecimiento, no significa que sepa cómo gastarlo; una de las grandes reformas ausentes en los primeros quince años del siglo es la del Estado; en segundo lugar, los efectos de las políticas sociales no se ven en el corto plazo sino en el mediano y largo plazo, suponiendo que hayan estado bien diseñadas e implementadas y no alteradas por los nuevos gobiernos; en tercer lugar, existe un alto nivel de desigualdad, no solo de ingresos sino también de oportunidades y regional; este último problema es una característica histórica de América Latina. En cuarto lugar, el Estado no está garantizando un acceso a servicios básicos de calidad; educación y salud de baja calidad son centrales para sostener el crecimiento y cruciales para elevar el bienestar. En quinto lugar, la infraestructura es deficiente, en especial en la conexión entre sectores rurales y los mercados. En sexto lugar, la corrupción en instituciones básicas, como el poder judicial. En séptimo lugar, el gran ausente es la reforma institucional.
No pretendo ser más extenso en la lista, pero ¿usted cree que así es posible desarrollar? Naturalmente que no; lo que complica más el asunto es que aún si se comenzaran a atacar los problemas mencionados, los resultados no se verían de manera inmediata. Como consecuencia, los gobiernos cuando ven cómo se reducen sus niveles de aprobación, optan por programas asistencialistas para “calmar” a la población y también por “ceder” ante las presiones de grupos organizados; quien más presiona a través de huelgas, obstrucción de carreteras y similares, tiene mayores probabilidades de ser escuchado. Democracia no es igual a desorden. Pienso que debemos entender que lo que requerimos es una estrategia de desarrollo y no solo de crecimiento. Y en ese aspecto la búsqueda de la combinación de Estado/mercado es clave. Sin un Estado que funcione, es decir, que cumpla con sus tareas básicas, no es posible extender los beneficios del mercado. El mercado necesita del Estado.