Más allá de Tía María: una reflexión
Lo ocurrido en torno de la mina Tía María está lejos de terminar. Parece que existe una división, ambos con argumentos, entre “anti” y “pro” mineros. No soy experto en minería, de modo que mal haría en entrar a los detalles técnicos; sin embargo pienso que el problema es mayor, pues refleja una crisis del estado. Me explico.
Durante el período 2003-2011 floreció la minería en el Perú gracias a los altos niveles de los precios de los metales, incentivados por la demanda de China. Ello permitió que nuestra economía mostrase altas tasas de crecimiento, pero que tenían un origen externo. Sin pretender ser exagerado, bastaba que China se desacelerara para que Perú siguiera el mismo camino. Más allá que eso fue lo que efectivamente ocurrió, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: en el período de auge, ¿qué reformas se hicieron para que el crecimiento llegará a todos los peruanos? ¿Cuánto aumentaron las oportunidades para todos los peruanos? ¿Qué fue de las mejoras en educación, salud, infraestructura, etc.? ¿Acaso no es verdad que en 2006, poco más del 20% votó a favor del Humala radical y de polo rojo que rechazaba el modelo de mercado?
Cuando una economía crece, la recaudación tributaria aumenta. Esto significa más dinero para el gobierno central, así como para los regionales y locales. Imaginemos el escenario siguiente: ¿qué hubiera pasado si parte de ese dinero (vía canon, por ejemplo) se hubiera usado en atender las necesidades básicas de la población de todo el Perú, sin asistencialismo ni politización? No tengo duda que los ciudadanos tendríamos hoy otra percepción, más allá de la minería. Sentiríamos que el estado invierte nuestros impuestos de manera adecuada y que se preocupa por la salida de la pobreza y exclusión de gran parte de los peruanos. Bajo ese entorno aceptar/no aceptar un proyecto minero tendría otro marco y disposición.
Me parece que lo que está en discusión es la incapacidad del Estado para satisfacer las necesidades básicas de toda la población a través de la igualdad de oportunidades. Es contra eso que la población se rebela. Al no encontrar un canal de diálogo, entonces recurre a la violencia.
En este espacio he venido insistiendo en la necesidad de una reforma del estado, como única alternativa de salida del país, que es independiente de los matices que pueda tener el modelo de desarrollo. El Estado tiene que funcionar y no me refiero solo a la “tramitología” que es una pequeña parte del total. Cuando revisamos rankings de competitividad y de progreso social, Perú siempre aparece retrasado en lo que en cualquier país avanzado es “dado por hecho”: adecuados niveles de educación y salud, buena infraestructura, canales democráticos claros y conocidos por todos, poder judicial independiente, etc. Ninguna economía puede pertenecer al primer mundo si no les otorga a sus ciudadanos las condiciones anteriores.