Impactos de la crisis sobre América Latina
América Latina ha experimentado a lo largo de su historia los típicos ciclos de auge y caída al ritmo del ingreso y salida de capitales externos, es decir, la evolución de la región está determinada por el comportamiento de la economía mundial. Un ejemplo fue la crisis rusa de 1998, que produjo una sequía crediticia y una huída en manada de los inversionistas de la región. El período 2004-2007 no fue la excepción. El ciclo expansivo de la economía mundial generó una etapa de auge en América Latina, interrumpido por la turbulencia financiera y el aumento de la aversión al riesgo originada en la bancarrota del banco de inversión Lehman Brothers en setiembre de 2008.
Los impactos de la crisis sobre América Latina ocurrieron a través de
dos canales relacionados entre sí. En primer lugar, el choque de
demanda externo. La recesión en la actividad económica global redujo la
demanda por exportaciones de América Latina, lo que generó dos efectos.
Por un lado, una brusca reducción en exportaciones, tanto en volumen
como en precios y por otro, un deterioro de los términos de
intercambio, debido a la disminución de los precios de los productos
mineros. En segundo lugar, el choque financiero externo. El aumento de
la aversión al riesgo de los inversionistas y las pérdidas sufridas por
una serie de entidades financieras en el mundo llevaron a disminuir sus
posiciones de riesgo en la región. Tres fueron las manifestaciones. Las
restricciones en el acceso al financiamiento externo, la disminución de
la liquidez, debido a la reducción en los préstamos de los bancos hacia
la región y el endurecimiento de las condiciones crediticias en los
mercados domésticos, debido a la presencia de sucursales de bancos
extranjeros afectados por la crisis. Además de los dos efectos
mencionados, el menor nivel de actividad económica en los países
avanzados aumentó el desempleo y redujo las remesas de los trabajadores
latinoamericanos hacia la región.
Entre 2004 y 2007, América Latina experimentó una aceleración del
crecimiento, bajas tasas de inflación, tendencia a los superávit
fiscales y externos y reducción de la deuda (como porcentaje del PIB).
El resultado fue una mejora en las condiciones de vida, manifestado
entre otros aspectos en una reducción de la pobreza. El auge se
interrumpe en 2009 y el PBI regional disminuye en -1.9%. Durante el
ciclo expansivo la relación deuda externa/PIB disminuyó de 20.6% en
2003 a 8.9% en 2008, el superávit externo creció hasta 2007 y el
superávit fiscal se mantuvo entre 2004 y 2008. Inclusive la reducción
de la pobreza de 44% en 2003 a 33% cinco años después es una muestra de
los impactos del crecimiento económico alto y estable. Los indicadores
mencionados reflejaron una posición macroeconómica sólida, mejor que
aquella de las economías avanzadas; por esa razón la región emergió de
la crisis con mayor rapidez y menos vulnerabilidades, a pesar de los
resultados negativos de 2009. El ahorro fiscal financió los programas
de estímulo económico sin necesidad de recurrir a deuda.
El ciclo expansivo ocurrió por razones externas e internas. La solidez
macroeconómica interna coincidió con dos factores externos que no se
presentaban en simultáneo desde la década de los setenta: altos precios
de las materias primas y condiciones excepcionales de financiamiento
externo. La reversión del entorno externo favorable desde setiembre de
2008 determinó los impactos sobre América Latina a través de tres
canales: la disminución de las remesas, debido a la contracción de la
actividad económica en los países avanzados; el canal comercial y el
financiero. Desde 2002 una de las características de la economía
mundial fue el auge en los precios de los productos primarios
(commodities) debido, entre otros factores, al crecimiento rápido, alto
y sostenido de China e India y a la mayor demanda por granos para la
producción de biodiesel, en especial del maíz. En 2009 la crisis
originó la reducción de los precios de los productos primarios, a
excepción del oro, que mantuvo la tendencia al alza dado que es
considerado un activo de refugio. En otras palabras, la profundización
de la crisis llevó a un aumento en la demanda por oro, el activo más
seguro del mundo.
Por el lado negativo, los aumentos en los precios del petróleo y los
alimentos tuvieron un impacto inflacionario, que llevó a diversos
bancos centrales a aumentar la tasa de interés de referencia. El precio
del barril de petróleo alcanzó un pico histórico en el primer semestre
de 2008. En términos nominales, el precio aumentó de US$ 100 dólares el
barril en enero a US$ 140 dólares en junio de 2008. En términos reales
superó el nivel que tuvo en noviembre de 1979, el mayor precio durante
la segunda crisis petrolera. Los precios de los alimentos se duplicaron
entre enero de 2006 y mayo de 2008. En ambos casos, la especulación
magnificó los aumentos. Los efectos coinciden con el inicio de la
crisis subprime. Una posible explicación es que los especuladores hayan
huido del mercado de las hipotecas de alto riesgo y hayan encontrado en
los alimentos y otros productos primarios, como el petróleo, una
alternativa para continuar con sus actividades. En América Latina, 17
de los 20 países de la región concentran en tres o menos commodities
más del 50% de las exportaciones totales y en 7 de ellos un solo
producto explica más de la mitad del total exportado.
Ahora bien, el grado de impacto comercial de la crisis sobre cada país,
dependió de los mercados de destino de las exportaciones. A mayor
concentración de las exportaciones en las zonas más afectadas por la
crisis, mayor impacto. México fue el más afectado por la crisis,
debido a la concentración de sus exportaciones hacia Estados Unidos,
epicentro de la crisis. En contraste con México, economías más
diversificadas en términos de mercados de destino, como Brasil, Chile y
Perú, han aumentado su participación en los mercados asiáticos. La
mayor diversificación atenuó los impactos de la crisis. Sin embargo, la
diversificación de los mercados de destino es tan importante como la
desconcentración de las exportaciones en pocos productos. El caso
extremo es Venezuela que exporta sólo petróleo.
América Latina ha atravesado por períodos de fuerte turbulencia
financiera externa. Sin embargo, existen dos diferencias de la primera
crisis financiera internacional del siglo XXI con aquellas de la década
de los noventa. En primer lugar, el choque fue originado en el sector
financiero de las economías avanzadas, en especial en los Estados
Unidos y no en otras economías emergentes. En segundo lugar, la
reducción de la deuda externa pública durante el período de auge,
aumentó el margen de maniobra del gobierno para estabilizar los
mercados privados. Hasta agosto de 2007, como ha sido visto, el entorno
externo era favorable para la región. El influjo de capitales y el
superávit externo contribuyeron con la acumulación de reservas
internacionales La idea es la siguiente. Durante el período expansivo
el influjo de capitales privados y el aumento en las exportaciones fue
la norma. El mayor ingreso de dólares generó una tendencia a la
reducción del tipo de cambio nominal (en términos simples, bajó el
dólar) y los bancos centrales con el objetivo de evitar una disminución
brusca compraron parte de esos dólares que fueron a incrementar el
nivel de reservas. De este modo, la región tenía un alto nivel de
reservas, a diferencia de la situación en la cual se encontraba cuando
estallaron las crisis de Asia oriental (1997) y Rusia (1998), es decir,
tenía como defender al tipo de cambio en caso de una salida brusca de
capitales.
Entre los canales financieros destacó la desaceleración de los flujos
privados de capital. En 2009 la región recibió menos capitales que el
promedio de la década, a pesar de los sólidos fundamentos
macroeconómicos. En momentos de pánico financiero, los inversionistas
no distinguen entre países con o sin fundamentos macroeconómicos
adecuados. El tercer trimestre de 2008 marcó el inicio de la
contracción de los influjos de capital. La inversión en portafolio
pasó de US$ 38.4 en 2007 a US$ -20.6 miles de millones de dólares en
2008. La inversión extranjera directa mostró mayor estabilidad. El
financiamiento bancario disminuyó a partir de setiembre de 2008, a
medida que los bancos internacionales asumieron una mayor cautela
debido a la turbulencia financiera.
En síntesis, América Latina no experimentó una crisis financiera y
resistió los embates de la primera crisis financiera internacional del
siglo XXI. Finanzas públicas ordenadas, inflación controlada, tipos de
cambio flexibles, regulación y supervisión bancaria adecuada y bajos
niveles de deuda pública como proporción del PIB, configuraron un
escenario que posibilitó la aplicación de políticas fiscales
contracíclicas sin necesidad de recurrir a un aumento en el
endeudamiento. Y esta característica diferenció a América Latina de
Europa, que financió los programas de estímulo económico con deuda
pública.