Vino Libre: el manifiesto sudamericano del vino que se hace con las manos
En Lima, el vino encuentra un nuevo escenario. No es una feria más, sino un encuentro que celebra la autenticidad y el oficio detrás de cada botella. Así nace Vino Libre, una iniciativa creada por Vanessa Touzard y Andrés Marroquín, dedicada a los vinos de baja intervención: aquellos que reflejan el carácter de la tierra y la sensibilidad de quienes la trabajan.
“Un vino libre es un vino hecho a mano, sin compuestos químicos en el campo ni aditivos en la bodega. Es una manera de dejar que la uva, el suelo y el productor se expresen con naturalidad”, explican sus organizadores. La definición es sencilla, pero contiene una idea poderosa: permitir que la naturaleza haga su parte y que el vino conserve su identidad sin maquillajes.
Ambos reconocen que la gastronomía peruana era el punto de partida perfecto. La cocina nacional se distingue por su respeto al producto y por la técnica con que se lo trata. Los vinos de baja intervención comparten esa lógica: cuidado, precisión y autenticidad. Por eso, Vino Libre propone un diálogo entre el vino y los sabores del país, un cruce de saberes que busca integrar la bebida al lenguaje gastronómico peruano.
El objetivo es acercar al público a quienes están detrás de las etiquetas. “Queremos un diálogo cercano y transparente, donde cada productor pueda contar su historia y el público comprenda el vino desde su origen”, comentan. No se trata solo de probar, sino de escuchar lo que ocurre antes de que una botella llegue a la mesa: el clima, la paciencia, las decisiones que dan forma a cada vino.
Para esta primera edición, Touzard y Marroquín convocaron a importadores locales especializados y a cinco bodegas peruanas que vienen marcando una nueva ruta. Entre ellas, Murga y Pepe Moquillaza, que han aprendido a trabajar el desierto con cepas criollas como la Italia, la Albilla o la Negra Criolla. En esos vinos hay coherencia: cada uno expresa el paisaje que lo vio nacer.
El programa de charlas girará en torno a la diversidad del territorio sudamericano. Habrá presentaciones que recorrerán distintos climas y geografías, mostrando cómo cada entorno imprime su carácter en el vino. No se trata solo de hablar de técnica, sino de entender el vino como un retrato del lugar.
Las catas serán un punto de encuentro esencial. No están pensadas como un acompañamiento, sino como un momento para aprender a través de los sentidos: mirar, oler, probar y comprender lo que hay detrás de cada textura o aroma. El aprendizaje será sensorial antes que teórico.
Los organizadores destacan además el papel de los productores peruanos en esta conversación. “Nuestros productores aportan una historia de adaptación y coherencia. Han aprendido a trabajar el desierto para expresar el paisaje peruano con honestidad.” Para ellos, el futuro del vino peruano pasa por una mirada más consciente, más cercana a la tierra y menos dependiente de la industria.
El escenario elegido no podía ser otro que Barranco. Entre Casa República y Cordial, dos espacios que combinan historia, arquitectura y hospitalidad, el evento promete una atmósfera cálida y cuidada, donde cada detalle invita a disfrutar y aprender. Son lugares que, como el vino libre, respiran identidad.
“Queremos que el público se acerque a estos vinos con curiosidad y apertura. Que los conozca, los pruebe y los entienda. Somos un país gastronómico y nos merecemos bebidas trabajadas con el mismo respeto”, concluyen Vanessa y Andrés.
Vino Libre llega como un recordatorio: el vino no necesita gritar para hacerse escuchar. Basta con abrir la copa, dejar que respire y permitir que su verdad se revele con calma. Salud!

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