Cuando el vino encuentra melodía, José Bracamonte compone
Mientras muchos buscamos la música perfecta para acompañar una copa, José Bracamonte decide ir por el camino inverso: escuchar al vino hasta que este le dicta una canción. Así nace un proyecto que cruza sentidos, territorios y curiosidades, sin solemnidades innecesarias.
En el mundo del vino hay entusiastas que afinan copas, otros que afinan descriptores, y otros (como quien escribe) que afinan playlists para cada descorche. Pero José Bracamonte, fiel a su estilo inquieto, opta por un sendero menos transitado: no busca la música para el vino, sino que deja que el vino le sugiera la música.
Su nuevo proyecto musical, Las notas del vino, nace de una escena tan silenciosa como reveladora. Durante una cata en Ribera del Duero, frente a un Tempranillo Reserva del 2000, Bracamonte sintió que algo más que aromas y estructura se abría camino. “Me asaltó una melodía”, recuerda. A partir de allí, comenzó a explorar cómo música y vino podrían hablarse sin necesidad de intérprete.
El método no tiene complicaciones teóricas: él simplemente escucha. Un Chardonnay con paso por barrica se convierte, según dice, en “sonidos cremosos y envolventes”; un Malbec más intenso lo inspira con “maderas graves”. No busca forzar la metáfora: describe lo que sucede en su proceso creativo, donde cada sensación encuentra su instrumento.
Tres territorios, un solo viaje sensorial
El álbum se grabó entre Perú, España y Estados Unidos. Bracamonte cuenta que de Perú tomó la calidez rítmica; de España, la fuerza expresiva del flamenco; y de Estados Unidos, un tono más moderno influenciado por el jazz y el lounge. Tres territorios distintos que dialogan en un proyecto que no pretende definirlo, sino acompañar su curiosidad permanente.
Hay un guiño especialmente íntimo en Somos Libres, una pieza para guitarra y voz donde canta: “Tengo corazón de buen peruano, es por eso que amo a mi tierra.” El tema funciona como un recordatorio de que, incluso cuando explora nuevos lenguajes, su raíz permanece.
Atreverse a mezclar sin solemnidad
Unir vino y música podría parecer un gesto arriesgado en un país donde el vino todavía está construyendo su espacio cultural. Bracamonte lo sabía. “Asumí el riesgo de ser visto como un ‘sommelier que toca guitarra’”, dice. Pero más que romper moldes, lo que buscaba era abrir puertas: quitarle al vino esa capa de intimidación que a veces lo distancia de quienes solo quieren disfrutarlo.
Las notas del vino no pretende explicar, convencer ni adoctrinar. Propone, más bien, una experiencia donde los sentidos se cruzan y se permiten jugar. Un espacio donde la música no acompaña al vino: lo interpreta.
EL VINO EN 7 DÍAS
Una guía para quienes prefieren empezar por la curiosidad.
En paralelo a su proyecto musical, Bracamonte mantiene su vocación pedagógica con El vino en 7 días, un libro que invita a acercarse al vino sin miedo ni códigos rígidos. Su estructura sencilla permite al lector recorrer, día a día, aspectos esenciales como aromas, estilos y servicio, siempre desde un enfoque accesible. No es un tratado, es una puerta abierta. Y en ese sentido, dialoga perfectamente con la filosofía detrás de Las notas del vino: aprender y disfrutar no deberían estar peleados.
Una obra que seguirá respirando
Pensando en el futuro, Bracamonte imagina que su proyecto pueda escucharse dentro de diez años como una fotografía del momento que está viviendo la cultura del vino peruano. También como una huella de su propia búsqueda por “conectar sentidos” y mirar el vino desde ángulos nuevos.
Quizá ese sea el punto central: no se trata solo de un álbum, ni de un libro, ni de una cata convertida en melodía. Se trata de un creador que decidió que el vino no solo se bebe: también se escucha. Y que, cuando el vino encuentra melodía, él, en vez de buscar una playlist, simplemente compone. Salud!

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