7 VIDAS: la cerveza peruana que habla el lenguaje del vino
Confieso, con el debido respeto a mis amigos cerveceros, que mi brújula sensorial suele apuntar a la vid, no a la cebada. En mi mundo, el sonido del descorche y el perfume del vino son casi religión. Pero de vez en cuando la vida —o el lúpulo— te da una lección de humildad. Y esta vez vino servida en copa: color salmón, burbuja fina, elegancia impertinente. Se llama ROSE BRUT, y es obra de la cervecería tacneña 7 VIDAS.
No es cualquier cerveza: es de esas que te hacen dudar de tus propias etiquetas. Es tan delicada y seca que, si la sirves en una copa de vino, más de uno creerá que abriste un buen espumoso francés. Y ahí uno entiende que detrás hay más que técnica: hay sensibilidad, obsesión y un sentido del detalle que rivaliza con los grandes enólogos.
El culpable de semejante herejía (bendita sea) es Marco Málaga, maestro cervecero de 7 VIDAS. Un hombre que habla de sus cervezas como si fueran hijos y experimentos de laboratorio al mismo tiempo.
“La inspiración nace de una necesidad personal de creación”, me dijo. “Pero si uno crea algo alineado a las necesidades del mercado, hay mejores oportunidades para conectar con el consumidor”.
Ese equilibrio entre pasión y método define la historia de 7 VIDAS. La receta es tan poética como rigurosa: primero la chispa creativa, luego los lotes experimentales —una línea que llaman “X7”, que suena casi a grupo secreto de alquimistas—, y después la calibración paciente hasta llegar al punto exacto. Lo que antes eran dos soñadores sin formación universitaria, hoy es un equipo de ocho profesionales, entre ingenieros de alimentos y un químico que vela por cada burbuja.
ROSE BRUT: una cerveza que se porta como espumoso
Cuando le pregunté qué cerveza resume mejor su alma cervecera, Marco no lo pensó dos veces: ROSE BRUT.
“Fue pensada para quienes no gustan de la cerveza, sino del vino”, dice.
Y claro, ahí mi corazón vinófilo dio un brinco digno de un brindis. Esa cerveza —tan seca, tan precisa, tan peligrosamente elegante— se tomó dos años en perfeccionarse y terminó ganando medalla de oro en la World Beer Cup como mejor cerveza con frutas del mundo. Que alguien me diga si eso no es motivo para brindar, aunque sea con cebada.
Pero 7 VIDAS no se conforma con coquetearle al vino. También se ha atrevido con estilos que podrían asustar al más valiente de los maestros cerveceros: Flanders Red, Russian Imperial Stout… esas criaturas oscuras y temperamentales que, si se hacen mal, dejan cicatrices y resacas morales.
“Hacemos las mejores cervezas del mundo de esos estilos difíciles”, afirma Marco, sin alardes. “Los riesgos los minimizamos con conocimiento”.
De Tacna para el mundo
Hace unos años, los jueces internacionales se rascaban la cabeza al ver que una cervecería peruana —¡de Tacna!— ganaba medallas. Hoy ya no se sorprenden: 7 VIDAS se ha ganado el respeto y las colaboraciones de cerveceros de medio mundo.
“Nos invitan a hacer colaboraciones internacionales y quieren aprender nuestras técnicas, sobre todo cuando usamos insumos locales”, me cuenta Marco, con una modestia que no disimula el orgullo.
Y el mundo acaba de rendirse, otra vez, ante ellos. En la European Beer Star 2025, la competencia cervecera más prestigiosa de Europa, 7 VIDAS se coronó con tres medallas históricas: oro para Flanders Red y Russian Imperial Stout, y plata para Smoked Porter. Fueron más de 2,200 cervezas en 74 categorías, catadas a ciegas por 150 jueces internacionales en Alemania. Un logro que no solo consolida a la marca como una de las más premiadas del planeta, sino que pone al Perú —y a Tacna— en el mapa mundial cervecero.
“En una noche que quedará para la historia fuimos reconocidos como una de las cervecerías más premiadas del evento. Desde una pequeña cervecería en Tacna, ponemos al Perú en alto”, nos dice Marco
Inspiración incansable
Treinta años haciendo cerveza y Marco sigue con el brillo de un aprendiz. Lo difícil, admite, no es inspirarse, sino mantener el nivel: invertir, ajustar, afinar.
“La mejora continua no es un eslogan”, dice, “es una obligación real para con nuestros seguidores”.
Y yo le creo: lo dice con la convicción de quien sabe que el verdadero lujo no está en el oro, sino en la constancia.
Pocos saben que viví dos años en Tacna, los últimos del colegio. Allí encontré un grupo de amigas que aún conservo, y que me recuerdan por qué esa tierra tiene algo especial: una forma de querer y de hacer las cosas con corazón. Por eso no me sorprende que de ahí nazca una joya como esta. Salud!

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