El moonshine ya se hace en Perú y honra a Mama Killa
En el imaginario popular, el moonshine evoca imágenes de alambiques clandestinos, noches de luna llena y rebeldía rural. Originario de Estados Unidos, este destilado artesanal ha sido símbolo de resistencia, ilegalidad y autenticidad. Pero ¿qué ocurre cuando esta bebida se reinventa en territorio peruano? ¿Puede un destilado con raíces extranjeras adquirir alma local?
El moonshine nació como una respuesta a la prohibición: alcohol hecho en casa, sin licencia, con lo que hubiera a mano. Maíz, azúcar, frutas fermentadas. Su sabor era tan impredecible como su origen. Pero más allá del líquido, lo que se destilaba era una forma de vida: la autonomía, la desobediencia, la comunidad.
Hoy, en Perú, Lima Distillery Company ha decidido reinterpretar este espíritu. Ya no se trata de evadir la ley, sino de honrar el proceso artesanal, la materia prima local y la precisión técnica.
Mama Killa: una diosa en cada gota
Aunque el nombre comercial es Moonshine, su símbolo principal es Mama Killa, la diosa inca de la luna, protectora de las mujeres y guardiana del calendario ritual. Esta figura guía la narrativa del destilado, conectándolo con la cosmovisión andina. Elaborado con 75% de maíz amarillo peruano y 25% de cebada malteada, este moonshine tiene un sabor profundo, terroso, con notas que recuerdan a la chicha y al campo. Es un destilado que habla en quechua, que se elabora con paciencia, y que se comparte como se comparte una historia familiar.
Lima Distillery Company: resistencia como legado
La narrativa de Lima Distillery Company no se limita a producir destilados; se trata de celebrar la resiliencia del pueblo peruano. El símbolo de la marca —un pico de minero— representa el trabajo duro, la resistencia y el coraje de quienes construyeron el país. Cada botella honra la determinación, el esfuerzo y la herencia cultural. En este contexto, Moonshine no es solo una bebida: es una forma de resistir la homogeneización del gusto, de reivindicar el maíz como insumo noble, y de contar una historia que nace del territorio y se destila con técnica y propósito.
El primer moonshine peruano
Aunque existen destilados similares en el país, Moonshine es el primer licor peruano en autodenominarse como tal, y lo hace con una narrativa profundamente simbólica. No se limita a replicar una técnica: inaugura una categoría. Desde el maíz morado hasta la luna como principio rector, esta bebida se posiciona como una propuesta única en el mercado nacional. Es territorio, es técnica, es narrativa.
Alguna vez probé un moonshine que llegó a Perú desde fuera. No fue una experiencia memorable, ni siquiera vale la pena mencionar la marca o la destilería. Me dejó con más preguntas que placer. Pero ahora, gracias a Moonshine, he entendido de qué va realmente este destilado: su carácter, su raíz, su potencia simbólica. Cuando se hace bien, como en esta versión peruana, el moonshine deja de ser una curiosidad importada para convertirse en una bebida con identidad propia.
¿Cómo se toma?
Moonshine se disfruta mejor directamente o con hielo, permitiendo que sus aromas y sabores se desplieguen con claridad. Esta forma de consumo revela su carácter profundo, su textura, y las notas que evocan maíz, tierra húmeda y fermentación alcohólica bien lograda.
También brilla en coctelería, especialmente en tragos que buscan un perfil auténtico y terroso. Según su master distiller, Anthony Marinesse, las mejores formas de disfrutarlo son:
- Hot Toddy: ideal para noches frías, con limón, miel y especias que realzan su carácter cálido.
- Kentucky Mule: una versión andina del clásico, con ginger beer artesanal y un toque cítrico que equilibra su profundidad (idealmente con limón tahiti).
En tiempos donde lo industrial domina, Moonshine es un acto de resistencia. Resistencia al olvido, a la homogeneización, a la pérdida de lo ritual y lo técnico con sentido. Es una forma de decir: “aquí estamos, con nuestras manos, nuestra tierra y nuestra memoria”. Salud.

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