Maridaje en Paracas: La experiencia Aranwa
Paracas es un destino que particularmente disfruto mucho. Es importante mencionarlo pues, para mí, un maridaje no es sólo una cuestión de técnica y armonía entre copa y plato, sino de sensaciones, de entorno, de compañía.
No es lo mismo degustar un vino en una sala cerrada que en un lugar donde el sonido del mar, la brisa y la luz dorada del atardecer en Paracas crean el contexto perfecto para que los aromas y sabores se perciban de manera distinta.
Y, en definitiva, los espacios abiertos del remodelado Aranwa Paracas Resort & Spa, con vistas a la bahía, hicieron cada experiencia aún más especial. El clima, el ambiente y las personas con las que compartimos cada momento, así como quienes nos atendieron influyeron directamente en cómo percibimos cada bocado y cada sorbo, convirtiendo el acto de comer y beber en un ritual donde todos los sentidos estuvieron aún más despiertos.
En nuestra reciente visita al hotel, tras un ágil checkin, fuimos directamente a disfrutar del almuerzo maridaje en el restaurante Veranda, como escenario central de nuestra experiencia.
La experiencia consistió en un almuerzo de cinco tiempos y estuvimos bajo la guía del sommelier Johnny Luyo con quien exploramos la selección de vinos que acompañó cada plato, realzando sus sabores y texturas.
Para el primer paso tuvimos un soufflé de tapioca con tartar de salmón, armonizado con Cava Rosa Salvaje un espumoso rosado peruano hecho con petit verdot y Sauvignon blanc con el método charmat, afrutado y fresco.
Luego tuvimos un tiradito de conchas nativas con leche de ají amarillo ahumada, maridado con Sylvestra Torrontés de Mendoza, Argentina, un blanco vibrante con notas cítricas. Este maridaje destacó por su armonía refrescante, donde la acidez del torrontés resaltó la untuosidad del ají amarillo.
En el tercer paso, uno de mis favoritos tuvimos un pulpo sobre un delicioso puré de arvejas con tocino, servido con panko de oliva, páprika y alioli de ajo. El maridaje fue con Aranwa Cabernet Sauvignon, una etiqueta creada por la Bodega Mi Terruño, Maipú (Mendoza- Argentina) especialmente para el hotel, creando un contraste intenso y equilibrado. El cabernet sauvignon complementó la textura del pulpo y la profundidad de los sabores del plato, logrando una experiencia sofisticada y memorable.
Seguimos con el fondo con un pescado a la parrilla con salsa de loche y yucas doradas, maridado con Aranwa Chardonnay, mismo esquema de etiqueta de la bodega argentina. El maridaje equilibró bien la untuosidad del loche con la acidez del vino.
Finalizamos la experiencia con un mousse de chocolate y café con sal de montaña, maridado con Aranwa Malbec, una combinación intensa que permitió resaltar el amargor equilibrado del cacao.
La estadía culminó con un atardecer en la pérgola, donde degustamos pisco Jarana de la bodega La Blanco, embotellado en una linda presentación en forma de guitarra. Con este muy buen pisco tuvimos una experiencia de creación de pisco sour para amateurs como quien escribe (aunque quien lo preparó fue mi esposo) y también degustamos el producto de manera directa para apreciar su calidad.
La noche continuó con música en vivo y parrillada bajo el cielo estrellado de Paracas, cerrando una jornada donde cada detalle estuvo pensado para una experiencia sensorial completa.
Porque un buen maridaje no solo es técnica, es emoción, descubrimiento y conexión con el entorno. Y Paracas, con su magia natural, es el escenario perfecto para que los sentidos alcancen su máxima expresión.
Por cierto, cabe señalar, y no es un detalle menor, que el hotel recibe a familias con perritos. Cuenta con la infraestructura y estaciones que aseguren la comodidad de los peludos de la casa. Claro está, con indicaciones oportunas para que la experiencia de todos los huéspedes sea la mejor.
Si vas a Paracas, ya sabes dónde quedarte.

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