Los inversionistas en acciones deben prestar mayor atención a los riesgos físicos del cambio climático
Por Felix Suntheim y Jérôme Vandenbussche
(English)
Los daños provocados por las inundaciones de 2011 en Tailandia ascendieron aproximadamente al 10% del PIB del país, sin ni siquiera tener en cuenta todos los costos indirectos derivados de la pérdida de actividad económica en el país y en el extranjero. Según algunas estimaciones, los costos totales de los incendios forestales de 2018 en California alcanzaron los USD 350.000 millones, o 1,7% del PIB de Estados Unidos. Todos los años, se producen catástrofes relacionadas con el clima que provocan sufrimiento humano y grandes daños económicos y ecológicos. En la última década, se estima que, en promedio, los daños directos de estas catástrofes equivalen aproximadamente a USD 1.300 billones (o alrededor del 0,2% del PIB mundial) anuales.
En un momento en el que los científicos advierten de que el calentamiento global aumentará la frecuencia y gravedad de estos sucesos meteorológicos extremos, el último Informe sobre la estabilidad financiera mundial (informe GFSR, por sus siglas en inglés) del FMI analiza el impacto de los riesgos físicos del cambio climático (pérdida de vidas y propiedades, así como perturbaciones en la actividad económica) sobre la estabilidad financiera y concluye que los inversionistas en acciones podrían no estar valorando estos riesgos de manera adecuada. La pandemia de COVID-19 ha mostrado la rapidez y la magnitud que puede tener una perturbación de la actividad económica (incluso en el caso de tipos de riesgos conocidos), lo que pone de relieve la importancia de estar preparados y de realizar una evaluación adecuada del riesgo.
Algunas enseñanzas de experiencias pasadas
Dado su papel central en los sistemas financieros, los mercados de acciones ofrecen un marco adecuado para analizar las implicaciones de los riesgos físicos del cambio climático para la estabilidad financiera; para ello se calcula el impacto sobre los índices bursátiles agregados, así como sobre el sector financiero específicamente.
Nuestro equipo analizó unos 350 desastres climáticos de los últimos 50 años (en una muestra de 68 economías que representan el 95% del PIB mundial) y concluyó que el impacto promedio ha sido moderado: una caída del 2% para las acciones bancarias y de un 1% para todo el mercado. En el 10% de los casos, el impacto sobre el mercado agregado fue superior al 14%, lo que indica que algunos desastres climáticos pueden tener un efecto significativo sobre la estabilidad financiera. Por ejemplo, el huracán Katrina, en 2005, que provocó los daños más importantes en términos absolutos de nuestra muestra (1% del PIB de Estados Unidos), no tuvo un impacto perceptible sobre el índice bursátil estadounidense. Por el contrario, las inundaciones de 2011 en Tailandia, que provocaron los daños más importantes en relación con el tamaño de la economía, provocaron una caída del 30% en el mercado de acciones a lo largo de un período de 40 días.
Las características de cada país importan. Los países con mayor espacio fiscal podrán desplegar una respuesta rápida ante un desastre en forma de alivio financiero y tareas de reconstrucción. También, los mecanismos desarrollados de distribución de riesgos, como los seguros, reducen o redistribuyen las pérdidas generadas por los desastres y limitan el impacto sobre los precios de las acciones locales.
Riesgos futuros y valoraciones actuales
Se prevé que el cambio climático aumente la probabilidad y gravedad de muchos riesgos de origen climático, como las inundaciones, las olas de calor y las sequías, que someterán a las economías y los mercados financieros a shocks de mayor magnitud. Ponerle precio a este aumento de los riesgos físicos es un reto difícil para los inversionistas en acciones, que deben estimar, basándose en la ciencia del clima, la probabilidad de distintos escenarios climáticos y sus implicaciones en materia de riesgos físicos para las empresas, así como anticipar las medidas de mitigación y adaptación. Además, el horizonte temporal de estos cambios puede ser incluso más extenso de lo que los inversionistas institucionales a largo plazo están acostumbrados a contemplar.
Nuestro estudio analiza retrospectivamente las valoraciones bursátiles de 2019 en distintos países y concluye que no reflejaron ninguno de los escenarios sobre calentamiento global que suelen plantearse ni las variaciones proyectadas relacionadas con la aparición de peligro o la incidencia de riesgos físicos. Esta falta aparente de atención podría suponer una fuente importante de riesgos de mercado en el futuro.
Qué pueden hacer las autoridades
La actual pandemia de COVID-19 es una advertencia de que la preparación ante crisis y la resiliencia son fundamentales para gestionar los riesgos de sucesos sumamente inciertos que pueden tener costos económicos y humanos extremos.
Como se ha mencionado con anterioridad, ampliar la oferta de seguros y fortalecer la solidez financiera general de los emisores soberanos puede atenuar el impacto de los desastres climáticas y, así, reducir los riesgos para la estabilidad financiera.
La elaboración de normas mundiales obligatorias de divulgación de riesgos físicos derivados del cambio climático sería también un paso importante para preservar la estabilidad financiera. Contar con información detallada y específica por empresas sobre la exposición a riesgos actuales y futuros y las vulnerabilidades a los shocks climáticos contribuiría a que los prestamistas, las aseguradoras y los inversionistas entiendan mejor estos riesgos.
Las pruebas de tensión frente al cambio climático pueden ofrecer a las entidades financieras y a sus supervisores una mejor comprensión de la magnitud de sus exposiciones y los riesgos físicos asociados. En la última década, uno de cada cinco Programas de Evaluación del Sector Financiero del FMI tuvo en cuenta los riesgos físicos relacionados con desastres climáticos. Un ejemplo reciente es la evaluación publicada el año pasado sobre Las Bahamas .
Sin lugar a duda, el remedio más eficaz será una sólida actuación a escala mundial en materia de políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que aborde las causas del calentamiento mundial de manera sostenible y genere beneficios que vayan más allá del ámbito de la estabilidad financiera.