Un país sin ley
Un país que reclama -esporádicamente- endurecimiento de penas para violadores y que convive con todo tipo de vehículos subiéndose a la vereda peatonal. Un país que convive con la violación constante de la ley, pide más leyes.
Cuando la ley no es suficiente, casi nadie la cumple o, simplemente no funciona, entonces está justificado “saltársela”. Por eso legitimamos los golpes de Estado como salida ante la corrupción imperante -corrupción nuestra-. Así lo resalta preocupantemente el Latinobarómetro en reciente publicación.
La ley satisface la voluntad popular. Es un papel mágico que inmediatamente calma nuestras consciencias colectivas. Porque si Dios dijo “hágase la luz”, entonces la ley declarativa, o incluso la punitiva, acá en Perú se cumplirán automáticamente. De ahí en más el sueño de la Constitución para todos es solo un derivado lógico.
Perú es un productor natural de leyes y, pese a ser un proceso que debería de responder a un criterio de necesidad -porque la ley siempre es una limitación a la libertad-, acá las normas se emiten por coyunturas e incluso por intereses. Si haces suficiente “chilla” o si tienes un “peso específico” tendrás tu ley. Se emiten leyes bajo la inconsciencia de que estas no cuestan nada. Por eso el bendito “copy paste” del análisis costo-beneficio es un mantra en nuestros “legidicios” comunes; pero no, toda ley determina un costo, de implementación, por ejemplo. Alguien siempre paga los platos rotos.
En el Congreso hay una competencia, ya usual, de encabezar el ranking productor de normas legales y yo como común mortal simplemente pido: por favor no más leyes. Si alguien se ocupara, desde el legislativo, de eliminar tanta norma -tanta burocracia- sería, valga decirlo, casi un ícono nacional. Por supuesto, el Ejecutivo no se queda atrás porque también compite. La diferencia es que lo hace manera unilateral y semi confidencial a voluntad del divino gobernante de turno.
El Perú es un país de leyes inflexibles, de cumplimiento -tolerantemente- flexible. Podría decirse con algo de contundencia que la única ley que se cumple es la de la cola (la fila). Ojalá hubiera más leyes así, “desde abajo” y no al revés.
Mi punto central es que deberíamos de ocuparnos de tener calidad legislativa en lugar de la abundancia que nos acompaña. Somos abundantes en recursos naturales, en comida deliciosa, en biodiversidad y también en corrupción; no es lo mejor ser abundantes en leyes si queremos frenar lo malo e impulsar lo bueno. Lo relevante es que las cumplamos y que tengamos consciencia real de que -de no hacerlo- siempre habrá alguien dispuesto a hacerla cumplir. Por eso desde aquí mi súplica reiterada, premunida de ingenuidad constante, la justicia en el Perú es la clave.
Lima, 19 de abril de 2022
Eduardo Herrera Velarde