La bendita presunción de inocencia
Es curioso que ahora la presunción de inocencia sirva para escudar a quienes -lo sabemos- no son tan inocentes.
Valga reiterarlo varias veces. La presunción de inocencia es un estándar legal en virtud del cual una persona no puede ser tratada como culpable (responsable) hasta que se le haya demostrado plenamente en juicio -dos instancias debidamente tramitadas en sujeción al debido proceso- que merece ser condenado como autor o partícipe de un delito. Así dicen, decimos, los abogados.
Pero quien se sabe tranquilo de consciencia y medianamente libre de cuestionamientos, no necesita ampararse en el “technicality” legal. De ahí, la bendita presunción de inocencia, en el contexto referido, suena más a pretexto, a nulidad, a acción de amparo, a medida cautelar, en fin, a un camuflaje jurídico.
El Señor Presidente, hablando de conceptos celestiales, hace poco preguntó a los reporteros que intentaban sacarle declaraciones: “a ver…¿levántenme la mano quién es puro acá?” lanzando un reto casi insuperable para hombres comunes (no para las almas por cierto). Si pues Presidente, nadie quiere ángeles en el gobierno; al menos nos conformamos con personas sin tanta denuncia, si no es mucho pedir. Y claro, ya si se puede, con algo de experiencia.
Ante ello recordemos que las atribuciones del Presidente, y en general las de cualquier funcionario público, no son absolutas, de manera tal que él tiene el deber ético de sustentarlas ¿o es que quizá nos hemos acostumbrado a la cortesanía que impide el cuestionamiento de los actos presidenciales? No vaya ser que en el intento de la “descolonización” terminemos siendo más virreinales que de costumbre. Por ello todos los nombramientos van por la cuenta de quien los ordena. Sin duda hay libertad en el ejercicio de la potestad de escoger a los funcionarios, la misma que tiene el contrapeso de la responsabilidad. Viene aquí la tan ansiada discrecionalidad, idea asociada a la libertad y la prudencia en equilibrio.
Molesta mucho tener aprietos de este tipo en las más altas esferas de gobierno del país. Tener que arroparnos en el concepto límite de la presunción de inocencia genera un clima mediocre que es el que motiva, tal vez, que muchas autoridades les convenga el sistema de justicia que tenemos; el pleno status quo que muestra y permite la impunidad. Un sistema que si bien está despertando en algunos campos y casos (muy pocos aún), en su mayoría, conserva caliente al pillo que se sale con la suya. Luchar contra la corrupción desde esa tribuna es como intentar contar la arena de la playa. Es tristemente incontenible como el mercurio.
Espero por ello, tal vez con cierta ingenuidad, la rectificación necesaria, la explicación suficiente y frontal, la vulnerabilidad de reconocer el error y enmendarlo. De esa manera, no estaremos “parchando” o “refrescando”; porque nuestro país merece más que imputados encumbrados a la condición de puestos de élite.
Lima, 25 de agosto de 2021
Eduardo Herrera Velarde