Por un Perú realmente libre
Un pueblo en la sierra de nuestro país, a algunas horas de la gran capital. Casi vacío, no hay gente, todos migraron buscando un sueño, un proyecto de vida. En el pueblo quedaron aquellos tercos o constantes, quizá quienes no ven siquiera la esperanza cerca.
Cerca de la plaza mayor, emerge una gran construcción de cemento portentosa. Ahí quedó trunca la tribuna del estadio. Acompañada a pocos metros de un campo miserable en donde a las justas se puede caminar. Jugar fútbol es una fantasía. Dos períodos de alcaldes dejaron pasar el gran estadio. Por corrupción o dejadez, ahí está.
La casa más moderna, la mejor pintadita, con una bandera roja y blanca nueva hondeando orgullosa no es una escuela, es la “muni”, o, mejor dicho, el Palacio Municipal.
Este pueblo existe y no es una creación mía. Vive rodeado, sin embargo, de muña, matico y otras hierbas medicinales que crecen como hierba mala, ahí están me dicen. Sirven para muchas cosas, nadie las aprovecha. Ni qué decir de las truchas que nadan en abundancia por el río.
¿Por qué tendría alguien que quedarse a vivir ahí? ¿por qué a alguien le interesaría ir ahí si no es solo para un retiro fuera de Lima? Solo por algunos días no más.
Queremos generar riqueza por re distribución. Que aquellos que producen repartan entre los que no producen. Solidaridad, empatía, excelentes palabras. Yo aprovecharía para insertar dignidad y cooperación a la ecuación de nuestra vida buscando el desarrollo como país.
¿Es digno que una persona espere a que otro le dé para compartir? ¿es solidario vivir rodeado de riqueza y no poder (saber) aprovecharlas? Literalmente, una persona paciente espera, en vía de mendicidad, sentado en un banco de oro.
La élite local sin duda alguna nunca dejará de ser élite. Ni el gobernador regional o el alcalde provincial nunca tendrá el espacio en su agenda para visitar este recóndito y simpático lugar de 400 habitantes. Ni siquiera para elecciones sale a cuenta hacer campaña por acá, no es un “bolsón electoral”. El alcalde, la autoridad del lugar, “hará la finta” de pintar algunas veredas y poner señalización en las calles por las cuales solo vagan los perros.
¿Por qué no hacer empresa local privada?
Cuando las personas usualmente ingresan en un espiral de apatía abandonan sus proyectos de vida y los cifran en el transcurrir del día a día, condenados simplemente esperar la mano del Estado benefactor. Lo que ocurre en este hermoso poblado no es infrecuente de lo acontece en muchas partes del resto del país. Alguien debería “despertarlos”. Con ello nacerá la competencia de habilidades, intereses y seguramente habrá espacio para la solidaridad y empatía de aquel que no llega al día siguiente porque no tiene qué comer. Así nace el espíritu emprendedor que, en realidad, es el germen del empresario.
La ruta señalada es la de la verdadera independencia, aquella que no requiere el chorreo indigno, es la que otorga libertad a las personas para valerse por sí mismas. Es la empresa la fuente de nuestra nueva independencia. No esperemos a la re distribución que, muchas veces se pierde en un estadio inconcluso, un monumento huachafo o la camioneta cuatro por cuatro del alcalde distrital. Ese es el Estado necesario, aquel que facilita y cumple su rol de impulsor. Lo demás vendrá por añadidura propia. La cooperación nacerá en una cadena de producción y distribución. Nace un negocio, nacen los demás. Ese es el Perú realmente libre.
Lima, 27 de julio de 2021
Eduardo Herrera Velarde.