Verdad electoral
¿Quién dice la verdad cuando existen dos argumentos diametralmente opuestos entre sí? Si bien la verdad pertenece solamente a quien la sostiene, alguien debería dirimir una contradicción como la que propongo en la pregunta. Si yo digo que sí y el otro dice que no, cada uno vivirá su verdad y la creerá con toda convicción.
Luego de permanecer varios días en reflexión, rompo mi silencio para, lamentablemente, no poder marcar una posición. Tengo más dudas que certezas.
¿Será la primera vez que se muestran este tipo de situaciones en un proceso electoral en el Perú? Sospecho que, desde hace algunos años, las presuntas irregularidades señaladas existen; la diferencia es que hoy han salido a la luz y son activamente denunciadas. No obstante, tampoco estoy completamente convencido que alcancen para sostener una conclusión “sistémica” (de irregularidad sistémica, mejor dicho). Pienso, en mi abundante ignorancia, que más bien se trata de fallas del sistema que es, como todos, perfectamente perfectible, disculpando el barbarismo.
Me quedan dudas desde la elección congresal del año pasado. Candidaturas excluidas por formalismos absurdos totalmente superables. Esta elección -en la primera vuelta- no estuvo exenta de ello tampoco.
Y vuelvo tras ese espacio de dudas de los párrafos anteriores para lanzar algunas certezas; algo en lo que sí tengo plena convicción. Si la justicia en el Perú es absolutamente residual y netamente utilitaria, la justicia electoral ocupa el espacio más tristemente olvidado de todos. Solamente cada cinco años nos acordamos de esto. Sostengo, con algo de experiencia, que a las personas solamente les interesa la justicia cuando tienen un lío. Siendo ello así el problema no está mirando si funciona el sistema bien o no, sino cómo me ayuda -o no me complica al menos- en mi caso judicial. Imagínense cuando se trata de resolver impugnaciones, nulidades, tachas, etcétera. Hoy, con suma estridencia, veo a notables especialistas de ocasión (de ambos lados) defender una aparente verdad, verdad suya.
Yo me proclamo un neutro, un total ignorante porque ya me han confundido. No sé qué decir, ni qué opinar porque no me atrevo a hacerlo a favor o en contra de alguno de los dos bandos opositores. Sabrán perdonar mis amigos de los dos lados, me declaro “no sabe no opina” y más bien, disculpando el segundo barbarismo, podré responder: desconozco mayormente.
Solamente pido sobriedad, tranquilidad y objetividad al resolver. Y claro, no está de más, si es posible, un poquito de celeridad. Nuestro país no aguanta más incertidumbres. Vivimos en suspenso hace muchos años. Postergamos en la creencia que la turbulencia pasará y nada; no pasa nada. Al contrario, nos encontramos sujetos a un drama escalofriante algo fratricida, plagado de audios bomba, noticias “fake”, ataques y descréditos. Cruel auspicio para nuestro bicentenario.
Eso sí, queridos bandos. No se olviden luego de la elección que hay un país por construir. Que es precisamente la institucionalidad que hoy no existe y reclamamos la que nos sacará de esta constante sinuosidad. Casualmente la institucionalidad confundida en un asunto de justicia que pone al Perú en medio de muchos abogados, jueces presionados, argumentos serios y otros risibles, con actores legitimados (y otros oportunos). En fin, más dudas que verdades.
Lima, 21 de junio de 2021
Eduardo Herrera Velarde.