Papelitos firmados y (des) confianza
¿Un papelito firmado no vale nada? Pues resulta que muchas de las monedas que usamos con frecuencia son, literalmente, papelitos firmados.
¿Qué diferencia a un compromiso firmado por una persona de un billete de dólar por ejemplo? Lo que está “detrás”, que no es otra cosa que la confianza.
Si hoy en día tenemos miedo (desconfianza) en que se puedan “tumbar” el Tribunal Constitucional o la Defensoría, o que en su defecto se pueda “copar” el Poder Judicial, es porque creemos que esto es perfectamente posible.
Lo antes expuesto se origina porque no hay confianza en nuestras instituciones. Esto no quiere decir necesariamente que alguna de aquellas haga un mal trabajo, sino porque, simplemente y llanamente, en una buena parte, no nos preocupan o no nos interesan las instituciones y, en general, menospreciamos todo lo que no sea “tangible”. Mucha de nuestra debilidad institucional tiene fundamento en que, precisamente, no apreciamos valor de eso que está “detrás” y que usualmente no se ve tangiblemente. Las instituciones están formadas por personas y estas generan confianza en tanto y en cuanto se supone que, cuando se requiera, cumplirán con el rol para el que fueron creadas. De esta manera, si una persona amenaza a las instituciones, las otras personas se opondrán y verán eso como simplemente imposible de lograr.
La confianza es fundamental para las relaciones humanas. Es una conducta unilateral y hasta cierto punto arbitraria, confiamos o no confiamos; somos confiables o no. Valga decirlo, nosotros -los peruanos- desconfiamos de todos, bajo presunción. Desconfiamos de los políticos, de los empresarios, de los futbolistas, de los exitosos, de las mujeres, de todos. Me queda muy difícil pensar que un país desarrollado puede salir de semejante coctel.
Seguramente, cuando muchos lean esta columna no resistirán las ganas locas de comentar: “Necesitamos dinero, obras, trabajo, crecimiento económico. Eso de la confianza y lo de las instituciones es un floro barato”. Y es que claro, en ciertas concepciones limitadas, lo que no se ve, lo intangible, es floro (barato, además). Pero qué duda cabe -insisto- que es la institucionalidad y la confianza la que soportan de muchas maneras a un país.
¿Quieren tangibilidad, cosas concretas, acción, hechos y no palabras, menos floro barato? Pues miren a los países desarrollados del mundo; sí, aquellos que, casualmente, se fundamentan en el libre mercado, el capitalismo y en la empresa como generación de la riqueza. Todos, sí, todos, tienen algunas cosas en común que deberíamos -aunque sea por eso- intentar imitar: instituciones sólidas, estado de derecho, respeto, confianza.
¿Cómo se construye la confianza? No lo sé, yo solamente confío y vaya que -dependiendo de la perspectiva como se aprecie- me han defraudado miles de veces, pero aún sigo confiando en las personas. Es cierto que la confianza se mantiene con los actos y se pierde con estos también, pese a ello hay que construirla (desde cero) como valor fundamental de nuestro país.
Siempre he pensado que el Perú necesita una terapia urgente y de repente ya sea momento de hacerla. Necesitamos ver el problema para luego pasar a la tan esperada planificación que es lo más concreto que hay. Todas las moles de cemento que vemos en las calles se originaron alguna vez en un plano y este luego de una idea o visión. Con eso recién podremos pasar a la construcción, en “dos velocidades” (dar valor a lo urgente y a lo importante a la vez, pensando en la posteridad). Las instituciones y la confianza se construyen.
Pienso que la grandeza de una nación se fundamenta inicialmente en la búsqueda de sus orígenes y reconocimiento de sus problemas. El Perú necesita varios intangibles (confianza, respeto, institucionalidad, estado de derecho, justicia, en fin) y para eso debemos abandonar los problemas que nos impiden lo que está detrás. Bien decía Carl Rogers: “no podemos cambiar, no podemos dejar de lo que somos, en tanto no nos aceptemos tal como somos. Una vez que nos aceptamos -con virtudes y defectos dejando de aparentar-, el cambio parece llegar casi sin que se lo advierta”.
Lima, 12 de mayo de 2021
Eduardo Herrera Velarde.