Los "nadies" y el modelo
¿Cómo hacemos para existan menos “nadies”? Porque los hay ¿no? La cuestión nos explota en la cara hoy más que nunca. Los resultados de esta segunda vuelta nos llevan a tener que levantar la alfombra y mirar el pasivo.
Todo nace de un reclamo de igualdad. Y la igualdad se logra mediante la justicia que, algunos, ven como “justicia social” o una suerte de nivelación entre personas. Que todos tengan lo mismo. Así nace la igualdad de oportunidades.
Pero no pues, en principio no todos somos “igualables” en el sentido de la discusión. Sí iguales en cuanto seres humanos, aunque no todos tenemos los mismos objetivos, los mismos sueños, las mismas aptitudes, las mismas necesidades; por eso somos iguales y a la vez no. Tamaña contradicción.
Así pues, pareciera no estar tan claro el fondo de la tensión ¿Por qué entonces hay un reclamo de igualdad sino podemos ser “igualables” más que solo en nuestra condición de seres humanos? ¿a qué se refiere el pedido de la mayoría? Aquí algunas pistas.
A algunos les molesta que alguien tenga riqueza y abundancia. A otros les jode algo tan natural y legítimo como la herencia. Desde esa perspectiva, pareciera que la envidia es la que justifica el reclamo. Si fuese así todo aquel rico sería odiado y ejemplos de lo contrario sobran (Paolo Guerrero, Gastón Acurio, etcétera). Si bien siempre habrá envidiosos porque esto es natural, pienso que la molestia no va en ese sentido. Tengo la convicción en la nobleza del reconocimiento de las buenas fortunas, las bien logradas.
Aun así, la impotencia y el sentimiento de indignación, azuzado por algunos “convenientes” (que serán -o quieren ser- los “cleptócratas” del mañana) aprovechan ese reclamo para sostener pedidos como el de re distribución. Con ello fomentan polarización y propician esto pues, frente a lo que estamos hoy. Mas no olviden, téngalo presente, que “quien da y quita con el diablo se desquita” y “el que parte y re parte se queda con la mejor parte”. Ya se imaginan quién o qué es el encargo de repartir y distribuir ¿no? Para los no tienen la respuesta, es una entidad creada para “sentirnos seguros” y que, casualmente, desde muchos años ha sido capturada por -precisamente- esos “cleptócratas” que cada cinco o cuatro años fomentan todo. El Estado da, quita, parte y reparte institucionalmente.
Sea lo que fuera que está detrás, el camino no debería ir por la nivelación (re distribución) porque sencillamente no es ética. Si alguien consiguió la fortuna mediante delito pues que sea castigado y para eso está la justicia (por favor, por Dios, tomen nota de esto de una vez). Andar quitándole a todos bajo sospecha, no es ético, ni justo. De otro lado, si alguien consiguió la fortuna honradamente (incluso por herencia, así nos joda), pues habrá sido -en el cabal término- justo que la tenga. Si queremos que más “pulgas” tengan perro, busquemos más perros y ayudemos a que esas “pulgas” vean el camino hacia el “lomo propio”; porque, además, hay muchos perros sin dueño.
Si pretendemos que ya no existan recursos humanos y que se respete al ser humano (o que más bien sea un capital), pues empecemos por mirar y aprender de los errores. Hay muchas empresas -que más bien pintan para negocios sin propósito- que tratan efectivamente a los seres humanos, a las personas, como tristes y miserables números. Cuando más bien estos dígitos, con sentimientos y dignidad, son los que, en suma -sí, de uno en uno- les conceden riqueza y prosperidad. Esto no justifica, hablando de justicia casualmente, que deba exterminarse el modelo porque, entre otras cosas, el Estado también nos trata uniformemente de esa manera.
Valga gritarlo entonces para que quede bien clarito, si alguien usa el modelo mal, no quiere decir que el modelo esté mal. Los que defendemos el modelo (libertad, libre mercado, capitalismo) en su deber ser, hagamos que se extienda y venza al mercantilismo, que vuelva hacia su variante ética y justa ya que es esa variante la que ha generado hoy camino de prosperidad para millones de peruanos. En palabras simples, evocando al gran Diego Maradona, que la pelota no se manche y no nos revuelquen a todos en el mismo merengue.
De ahí en más si alguien habla de cultura o floklore, de artistas o artesanos, de religión o superstición, tengamos presente que la discriminación no se arregla por una ley (ni señalándola como delito, no se engañen). Lo único impositivo en lo que debiéramos centrarnos es en la gran fórmula de consideración de la igualdad y de la dignidad, la mejor ley de todas: el respeto, para todos y eso sí depende de cada uno de nosotros.
En un punto más cercano a lo que puede generar el Estado, el mejor esfuerzo debe estar dedicado a cómo nos trata la ley y ahí la igualdad es el objetivo. Sin impunidad. Sin ciudadanos con categorías. Sin “nadies” o “algunos”.
¿Queremos que nadie se identifique como “nadies”? ¿Queremos salvar el modelo? Construyámoslo como debe de ser; en ética, justicia y estado de derecho.
Lima, 25 de abril de 2021
Eduardo Herrera Velarde.