Como frenar el populismo
Una de las características más notorias de las recientes campañas electorales en el Perú es el populismo. Conforme avanzan los años, pareciera que los candidatos se desesperan más y más por querer ser alcanzar niveles de popularidad que les permita asegurar una victoria de acuerdo a sus objetivos. Y como el público demanda, la oferta populista crece también.
Cada debate, cada aparición en cámaras, -salvo contadas excepciones- determina un despliegue de frases armadas (cliché) y de propuestas de todo tipo, no necesariamente sensatas, eficaces o posibles de cara a la solución de un problema determinado.
Por ejemplo, en cuanto se refiere a inseguridad ciudadana o corrupción (o en general frente a todo problema relacionado con delitos), la receta parece ser más sanción, más cárcel; endurecer penas de delitos ya existentes o, en su defecto, construir nuevas figuras para intentar, copar -como si esto fuera posible- todas gamas de una determinada conducta humana. Ya todos sabemos que esto no funciona por sí mismo, pero seguimos cayendo en la trampa. Las personas frente a los delitos piden justicia que muchas veces equiparan con ajusticiamiento.
¿Cómo frenar el populismo en épocas electorales? Decir que todos lo hacen y que en todo el mundo el populismo existe, no es la solución. Simplemente da cuenta de un cinismo que nos sumerge en la mediocridad y que no debería de acompañar a la política en ninguna parte del planeta. Bajo esa hipótesis habría que replicar que también en todo el mundo se producen asesinatos, y eso no quiere decir que estos sean aceptables por tanto.
El populismo se debería de frenar en principio por propia iniciativa del candidato absteniéndose de hacer propuestas de ese calibre y listo. Pero parece que eso es mucho pedir, tristemente. Entonces vuelvo y cuestiono: ¿una persona que es capaz de mentir para arribar al poder no es capaz de otras cosas más, incluso peores?
Si vamos a la otra “orilla” vemos que, por parte del elector, la cosa parece no mejorar. El respetable no quiere discernir y aplaude las promesas populares creyendo, creyendo. “Miénteme como siempre, por favor miénteme, necesito creerte”. Tendríamos aquí que educar y concientizar para poner límites a todos los aventureros electorales, sosteniendo que nuestro voto vale (que no quiere decir que tenga un precio). De esta manera, honramos el derecho a la elección y fomentamos el respeto hacia nosotros mismos.
Entonces ¿en manos de quien queda esta labor? Mientras que los candidatos se autorregulan éticamente y en lo que tarde el elector en educarse y hacerse respetar, cabe decir que la prensa y otras organizaciones afines están haciendo meritorios esfuerzos para mostrar cuando una promesa es falsa o no (con el famoso “fast check” o comprobación de hechos). Aun así, me temo que no está siendo suficiente y el resultado parece no ser prometedor.
Pero, el populismo no solo es electoral. Cuando una autoridad resulta elegida tiene que cumplir sus promesas y gobernar. Es ahí en donde vemos la triste tendencia de nuestros gobernantes a incumplir la palabra empeñada o, como resulta común, dar pretextos similares al adagio popular limeño “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. El riesgo, no obstante, se da cuando la autoridad ya se encuentra en posesión, y frente al cortoplacismo vigente, en pos de mantener o subir popularidad, empieza a cometer -efectivamente- actos que le hagan contar con el favor del público; es ahí en donde nacen las leyes o actos populistas. Y allí también en donde aparece la solución posible: la justicia.
Sí, señores la justicia frena las leyes populistas y actos de gobierno de la misma naturaleza. Se ha hecho acá en Peru (por ejemplo, en el caso de la declaratoria de inconstitucionalidad de la ley que permitía el retiro de los aportes de la ONP) y se hace en todo el mundo (como, por ejemplo, con el expresidente Trump frente a ciertos actos de gobierno).
Un sistema de justicia con predictibilidad marca un mensaje muy poderoso para autoridades populistas: no te atrevas otra vez porque te vamos a bloquear. Así como un litigante que sabe que va a perder tiempo metiendo una demanda infundada, en el caso del populismo la cosa podría funcionar igual si es que, incluso, se plantean sanciones personales cada vez más graves. Si no podemos nosotros, y no le tenemos fe a los candidatos cuando lo son, la justicia podrá. Otra razón más para apostar por la reforma de una buena vez.
Lima, 22 de marzo de 2021
Eduardo Herrera Velarde.