Época COVID: entre la quincena y la posteridad
En un pasaje de una conversación que sostuve hace muchos años con Javier Valle Riestra me soltó una de esas frases que te marcan la vida. Hablábamos de la reforma del sistema de justicia y de la razón por la cual nunca llegábamos a algo concreto y sostenible en el tiempo. En ese momento me dijo: “mira, lo que pasa es que hay personas que solo piensan en la quincena y no en la posteridad”.
Años después revisando ese episodio me quedé pensando en el contexto actual, en esa huachafada que llaman algunos “nueva normalidad” (me parece de por sí confuso y arbitrario el término normalidad, por ejemplo). Y claro, la situación de apremio, de ansiedad, de emergencia, nos impide ver más allá. Nos lleva a pensar no en la quincena, sino en el mañana inmediato o en la hora siguiente tal vez.
Conversé con Fernando Calmell sobre el proyecto de “defensores de la inversión” y le solté mis temores. Ojalá y no sea una iniciativa electorera, un proyecto cortoplacista que solo piensa -una vez más- en que no nos vayamos al abismo de ideologías trasnochadas mediante que gane o no un candidato determinado. Fernando hace veinte años lleva en esto y me hace pensar-confiar- que él quiere perdurar en el esfuerzo. De todas maneras, depende (dependemos) de otros factores como el económico ¿cómo sostener un proyecto de estos sin gasolina?
Hablo constantemente con Jorge Yamamoto y su fabuloso proyecto de plan nacional de valores que requiere largo plazo, apuesta por el futuro. Estamos en una crisis de valores (responsabilidad, respeto, etc.). Entonces si pensamos en que esto se soluciona solo poniendo confinamientos, retenciones o incluso trayendo las vacunas, estamos nuevamente pensando en la quincena. Necesitamos posteridad, necesitamos valores (sostenibles).
Pude estar un poco más pendiente del CADE de este año y noté un cambio en la organización liderada por Mariana Rodriguez. Una apuesta por presentar una imagen distinta, una intención distinta. Tengo mis discrepancias con el movimiento de capitalismo consciente. Discrepancias básicamente de forma y, por lo tanto, superables. Lo sucedido en CADE me lleva a la preocupación de cómo seguir con esa nueva intención sin quedar en el discurso solamente, aterrizando ¿cómo hacer empresas con propósito si solo nos desesperamos en el EBITDA a veces ciego y frío?
Lo antes dicho no quiere decir que la empresa no sea rentable en defecto del llamado propósito. La situación exige que ambos factores se construyan a la vez, a dos velocidades, como quien empieza un emprendimiento y a la vez debe de sostener la casa. Ese es el truco, el quid de este pequeño artículo: equilibrio para la posteridad. Es cierto que debemos de ganar y también que no podemos desentendernos de proyectos como los que hacen las personas antes nombradas y muchos otros más.
¿Cuál es el rol de la empresa en todo esto? ¿cuál es el rol de la élite en todo esto? Primero debemos desmitificar el concepto de “elite” que en modo alguno debe de ser peyorativo. Todo país tiene una élite y eso no está mal. Sobre este aspecto, el de la elite, debo de traer a colación una reciente conversación con Rolando Arellano en la que me dijo lo siguiente: “hay que saber diferenciar entre riqueza y capital”. El rico goza -para sí solo- de su riqueza (ojo esto no está mal y hasta podría decirse que es un derecho siempre y cuando se haya obtenido en buena lid), el capitalista invierte, arriesga, se aventura, emprende, comparte la ganancia cuando es producida con otros y la perdida solo (fatalmente nadie se percata de esto último). Inversión y rentabilidad conceptos cercanos.
Hay proyectos, iniciativas que generarán retorno inmediato ante la inversión. Se produce un retorno que percibirá el capitalista y aquellos que, cercanamente, le ayudaron. Hay otros proyectos que implican ese “algo más”. Existe un retorno, solo que la diferencia es que este es tiene carácter difuso, pues no beneficia solo a una persona o grupo. Es una inversión hacia todos y en cierta forma defiende el modelo y la figura de la empresa como generación de riqueza. Sostiene y compromete a la elite, le da legitimidad. Ese tipo de proyectos son los relacionados a valores, defensa de principios, lucha contra la corrupción, ética, etcétera. Esos intangibles en los que todos estamos de acuerdo y que, trágicamente, nadie quiere impulsar pese a que son los más necesarios en la posteridad. Esto tiene que cambiar y ya porque de lo contrario no hay lugar a reclamo. El pedido es claro y directo: invirtamos en la posteridad, apoyemos frontal y decididamente.
Marcándose así una línea de opción excluyente pregunto: ¿Y tú en qué piensas? ¿en la quincena o en la posteridad?
Lima, 05 de febrero de 2021
Eduardo Herrera Velarde.