Legítimo o legal
Siga por favor el siguiente desarrollo: 1º el Congreso de la República toma la decisión de vacar al Presidente, se cuestionaba la decisión porque si bien se reconocía que el Presidente podría haber incurrido en delitos, eso no lo inhabilitaba moralmente; en todo caso se decía que un cambio -a estas alturas- no era conveniente dejando patente un dilema de corte ético (impunidad vs gobernabilidad), 2º el mismo Congreso nombra como Presidente a quien encabezaba dicha institución, con lo que se producen un sinnúmero de protestas sosteniendo que existía -en los dos primeros pasos- un acto ilegal e ilegítimo, 3º ante las protestas, el nuevo Presidente decide renunciar, 4º el Congreso empieza activar el mecanismo de una nueva sucesión escogiendo a un nuevo Presidente bajo la misma fórmula que el paso 2. Esta vez, parece, haber consenso y, por lo tanto, tranquilidad.
Nótese que hay una preocupante confusión de conceptos: moral, ética, legalidad, legitimidad son palabras que se han repetido constantemente en estos días, algunas veces con ligereza y otras con efusividad, en ningún caso -pienso- nos hemos detenido a razonar si “estamos bien parados”.
Puedo estar equivocado, en realidad fijar un concepto es siempre arbitrario. No obstante, creo que es crucial arriesgar en señalar algo en principio: claramente cuando hablamos de legitimidad y legalidad no nos encontramos ante lo mismo. La legalidad atañe a la ley que en este país abunda como ya lo he reiterado en innumerables veces. La legitimidad alude más bien a un concepto de fondo, coherencia, corrección, finalmente justicia; algo que hace falta y mucho en nuestro Perú. No entro a hablar de ética y moral que, para algunos son sinónimos, y para otros no.
Se sabe ya que una ley puede no ser justa y sobre eso existen muchos ejemplos como aquella ley que facultaba la tenencia y comercialización de personas como esclavos; una ley injusta. Se dice también que ante la contraposición entre una ley (derecho) y la justicia debe de preferirse siempre lo segundo (cosa en la que, obviamente, coincido).
Nos preocupamos en generar leyes y más leyes (60 diarias, incluyendo todos los rangos de la palabra “ley”) ¿nos preocupamos en el sentido de la justicia? Para empezar ¿qué entiende cada quien por justicia? Ya ahí, existe toda una discusión por lo difícil de encasillar el término. Ni qué hablar de nuestro sistema de justicia y de su sentido de legalidad.
En fin, pienso que si no nos preocupamos en delimitar cosas que parecen básicas no tendremos en claro, por ejemplo, cuáles son nuestros derechos, si debemos de obedecer una ley injusta, si estuvo bien el penal que cobró Bascuñán a favor de Brasil (nota: parece que nos disgusta la justicia cuando no nos favorece). Solamente si conocemos los límites, sabremos nuestras responsabilidades.
Lima, 17 de noviembre de 2020.