Para derrotar la corrupción
Recientemente, en este diario, Carlos Anderson escribió una columna titulada de la misma manera que este pequeño artículo.
En la columna, Anderson plantea cuatro alternativas de solución: las dos primeras vinculadas a la transparencia y al correcto uso de la tecnología, la tercera relacionada a un asunto capital como es la sensibilización y capacitación, mientras que la cuarta dirigida al rol de denunciantes que tenemos las personas. Más allá de cuestiones relacionadas al “cómo”, no puedo estar más de acuerdo con lo planteado por el autor. Me preocupa, no obstante, la seria viabilidad de la cuarta propuesta.
Para ver la real capacidad de denunciar actos de corrupción de funcionarios públicos hay que primero preguntarse lo siguiente: ¿es posible probar de manera sencilla un delito de esa naturaleza? La respuesta es simplemente no. Salvo que uno vaya por la vida grabando conversaciones por todos lados -cosa no infrecuente al parecer por esta épocas- es muy complicado probar que un funcionario actuó de manera corrupta cuando, por ejemplo, nos pidió una coima para facilitar un trámite. La otra alternativa de denuncia consiste en tener el tiempo y la capacidad para hacer un “storytelling” que nos lleve, básicamente, a sostener que un funcionario actuó sospechosamente de cara a un acto público. Eso se asocia más bien a casos de criminalidad más compleja en donde, por ejemplo, el desbalance es casi la regla madre.
Lo segundo viene a cuenta de los incentivos. Me pregunto ¿cuál es el incentivo de una persona para denunciar? Las personas lo que usualmente desean es, en el ejemplo del párrafo anterior, obtener su permiso. Ahí, poco o nada ayuda denunciar a un funcionario si el problema de fondo no se soluciona. Incluso, pensando cínicamente, las personas pueden -en un análisis costo beneficio- optar por aceptar la propuesta ilícita. Más aún, en todos los casos, la acción de denunciar obliga a la persona a atarse a un proceso largo y engorroso.
Finalmente tenemos -muy atado a la última idea del párrafo anterior- al sistema de justicia que ya sabemos cómo funciona en su mayoría. Sin seguridad, sin predictibilidad, con altos niveles de corrupción. Las denuncias se caen porque los funcionarios pueden “invertir” en salir del lío mientras que los denunciantes no tienen incentivos como repito.
Desde luego, no pretendo con esto sostener que la denuncia no sea un mecanismo importante. Lo que debemos impulsar es lo que se hizo en casos como Hong Kong que son un modelo eficiente de lucha contra la corrupción. Un grupo, casi como “los intocables”, que ese “obsesionado” (24×7) con perseguir activamente funcionarios corruptos. Solamente si generamos un ambiente real de “enfocerment”, aunado a las otras propuestas del artículo de Anderson -así como algunas otras que agregaría-, nos llevarán a generar un espacio de minar, o disminuir al menos, la corrupción.