YA EN SERIO ¿REALMENTE QUIERE UNA EMPRESA CON INTEGRIDAD?
La palabra corrupción, desde mi punto de vista, no solamente se ciñe al típico soborno o “coima” (la imagen de las manos estrechándose con el billete insertado). En realidad, es mucho más que eso pues incluye una serie de conductas que va desde atentados contra la ética (por ejemplo, ocultar un negocio paralelo que compite con la empresa para la cual trabajas) hasta llegar a las más profundas e institucionalizadas prácticas de soborno.
La reacción típica es, en mi experiencia, mirar al otro y buscar la validación externa (la palmadita en la espalda).
Sobre lo primero quiero graficar un ejemplo que me viene sucediendo por estos días a consecuencia del libro que he publicado. Pese a estar propuesto como una historia con propósito de cambio, en una pequeña porción de personas la reacción ha sido la del juzgamiento y la moralina. Para algunos, buscar el dato, la fecha, la coincidencia perversa que me permita señalar, con algo de alivio, que el “otro” es el corrupto y “yo” no. Lo narrado es una historia que le pudo y le puede estar pasando a cualquiera y no necesariamente ha sido escrita como una biografía que permita el endilgar responsabilidades con el alivio subsecuente. Esa no es la idea. Simplemente me he “atrevido” a contar lo que nadie quiere contar. Y desde luego, el mirar al “otro” siempre es lo más fácil.
Lo segundo viene a consecuencia de lo que ya vemos en la realidad respecto al “compliance”. Llenarse de certificados, diplomas, medallas para la referencia externa. Por eso sospeche de una organización (empresa o no) que busque brillar con reconocimientos como sea. La otra opción, dentro de la misma alternativa, es atiborrar y saturar de políticas y procedimientos a la organización generando burocracia y lentitud en el desarrollo de los negocios.
Por eso es que me permito escribir este artículo para sugerir algunas pequeñas y concretas recomendaciones de lo que debería buscar si es que quiere dejar de tirar el dinero -y el tiempo- en cosas como las anteriores para dedicarse a hacer negocios de manera segura e íntegra:
1) El concepto de integridad responde a un todo por lo que no sería coherente tener “islas” o áreas oscuras en una misma organización. No pierda de vista esto.
2) Es saludable tener procedimientos y políticas, pero solo lo necesario. Más importante es que estas se apliquen para todos, partiendo de la cabeza. Ahí hay que incidir en un sistema de justicia interno que funcione.
3) Una certificación o algo similar está bien. A mi juicio no es indispensable.
4) Lo más importante. En mi experiencia es que ningún certificado, diploma o procedimiento, en todos los casos de conocimiento público, pudo oponerse a una persona que quiere (que está motivada) a perpetrar una conducta irregular (llamémosla en el término genérico). Por eso hay que terminar por el “principio”, aunque parezca una contradicción; me refiero a ocuparnos de la persona.
¿Cómo se incide en la formación personal? Mi experiencia me lleva a la receta de la reflexión y a la toma de conciencia respecto a los desafíos éticos que se nos presentan día a día. Esto involucra un proceso en el que la persona llega a convencerse que lo mejor es optar por lo que considera correcto (o bueno), desafiando incluso su propio interés. Ojo no estoy diciendo que generar riqueza es malo, al contrario, es quit es cómo hacerlo. Entonces si la persona (colaborador) se encuentra frente a la tentación de cometer un fraude, por ejemplo, la reflexión ética hará que esto sea menos probable de cometerse. Téngalo por seguro.
No tenga ninguna duda que si la inversión en el insumo de su organización va por este sentido habrá retorno. Claro, nada es infalible, pero las posibilidades de reducir casos de corrupción (bajo cualquier modalidad) serán mayores, hablando en serio.
Lima, 14 de agosto de 2019
Eduardo Herrera Velarde.