UN PACTO (MÁS) POR LA INTEGRIDAD
Se está haciendo muy frecuente ver la firma de pactos de integridad al interior o entre instituciones. También se está haciendo frecuente perder confianza respecto a dichos instrumentos porque diera la impresión de ser vagos, abstractos y meramente publicitarios.
El gran reto consiste en “aterrizarlos” para que estos no caigan en más de lo mismo. Aquí algunas de las sugerencias que estoy siguiendo en una experiencia real (que oportunamente me encargaré de publicitar):
1. Todo pacto involucra la necesidad de compromisos puntuales. Si el pacto no tiene compromisos concretos, entonces es muy seguro que sea “más de lo mismo”. Las frases sin concreción como “nos comprometemos a luchar contra la corrupción” o algo similar son tan difusas como la promesa de acabar con el mal en el mundo y hay que tener en claro que nunca acabaremos con ambos por más que el objetivo -indesmayable- sea ese.
2. Luego entonces, si el pacto no tiene compromisos concretos, ya sabemos cuál es el paso a emprender. Sobre esto hay que tratar de apelar a la sensatez. Intentemos abarcar lo posible así sea pequeño. El elefante no lo comeremos entero, sino a pedazos.
3. El desafío, la pregunta a la necesidad de aterrizar el compromiso es ¿Cómo hacemos que esta declaración se haga realidad? ¿Qué acciones debemos de seguir para ello?
4. Un siguiente punto está en tener alguien que haga el seguimiento a los compromisos. Lo lógico, también desde esta perspectiva es que se tenga, si es posible, un plazo.
5. Como existen compromisos, deben existir sanciones. El llamado “enforcement” es crucial en este tipo de contextos. La persona o entidad encargada del seguimiento debería de reportar, ya en la ejecución del compromiso, quienes incumplen y cómo lograr que todo retorne a su cauce regular. Ojo no tiene que ser una sanción como tal, puede ser incluso el llamado “reproche”.
6. La publicidad del acuerdo es un asunto delicado. Me parece bien hacer público el acuerdo al inicio como un punto de partida e ir informando los avances sobre metas logradas.
La tentación de la publicidad es siempre grande, más aún en un mundo con altas dosis de psicosis colectiva en donde se hace indispensable, al parecer, mostrar serlo y parecerlo. Pese a ello, la comunicación es también una auténtica espada de Damocles y, determina, la gran diferencia entre un verdadero compromiso y un pacto por la integridad más.
Lima, 15 de abril de 2019
Eduardo Herrera Velarde.