LA ANTI-CORRUPCIÓN RENTADA
La lucha contra la corrupción, si bien parece ocupar los lugares privilegiados de atención en todo el mundo, no estaría consiguiendo los resultados esperados.
Foros, artículos (como éste), propuestas, recetas y siempre la poca ejecución resultan ser constantes cuando se habla del problema. Esto acentuado por un intenso afán de juzgamiento demoledor en la otredad representada en la pregunta frecuente ¿qué ha hecho el gobierno o la empresa para frenar la corrupción?
Lo cierto es que los resultados siguen sin acompañarnos.
Muchas preguntas deberían ser resultas en el intermedio de la evaluación del problema; quizá esto nos ayudase mejor a asir el monstruo y saber sus dimensiones. Centrémonos por ejemplo en dos cuestiones fundamentales: ¿Qué es corrupción? Porque para combatirla debemos de saber qué es, por principio lógico y, de otro lado ¿cuál es la meta en cuanto a corrupción se refiere? Dicho en otras palabras, cuánta corrupción estamos dispuestos a tolerar o hasta donde queremos disminuirla.
Interrogantes como las antes planteadas son las que tenemos que ocuparnos de resolver a fin de encontrar -tratar- una solución. Mientras que la lucha contra la corrupción sea una labor parcial, residual y por caridad entonces, afrontémoslo, no va a rendir resultados concretos. Muy posiblemente sirva para sobarnos el ego o para tranquilizarnos en que “algo estamos haciendo”, pero no, no funcionará.
Para que la lucha contra la corrupción sea eficaz debe de ser una ocupación 24×7, constante, habitual, permanente y sistémica. Da igual el origen, privado o público, el fenómeno es transversal y merece ocupación proporcional. La diferencia entre la criminalidad organizada y las “fuerzas del bien”, aplicando la lógica de prevención de delitos, es que ellos -la criminalidad- están organizados.
Con la finalidad de entender la importancia del problema de fondo -es decir, la necesidad de la anticorrupción rentada- es vital tomar conciencia de un aspecto crucial; más allá de ser éticamente cuestionable, la corrupción no es conveniente. Siendo absolutamente francos, por ejemplo, para situar el asunto en un contexto muy elemental, si todos corrompemos, en un juicio, no gana el mejor (no hay Justicia real), hay riesgo de ser atrapados (riesgo de todo tipo) y finalmente, llegaremos a un sobre costo del servicio, al existir riesgo el monto irá subiendo como también lo harán las distintas pujas para ofrecer el monto mayor. La corrupción no es rentable.
¿Qué estamos esperando para darnos cuenta? Con mucha razón Einstein decía “no esperes resultados distintos si haces siempre lo mismo”.
Lima, 26 de noviembre de 2018
Eduardo Herrera Velarde.